martes, 13 de septiembre de 2011

Divertimiento de una tarde de verano


Las conversaciones y las insinuaciones entre nosotros habían sido más que evidentes en las últimas semanas. Nuestras llamadas, sin caer en lo expreso, eran un constante juego de palabras e invitaciones, más o menos expresas, a caer en un pecado que sabíamos que tarde o temprano llegaría.

Habíamos quedado con la idea de ir al cine y eso hicimos. Me invitaste sin dudar y tomamos un café mientras esperábamos a que comenzase la película. Disfrute con tu conversación y perdiendo mi mirada en tu generoso escote y en tus sensuales piernas, completamente descubiertas y apenas cubiertas con una pequeña y vaporosa faldita.

Quién sabe cuál fue la película elegida. Desde el primer momento, en una sala prácticamente vacía, solo tuvimos ojos el uno para el otro y para acercarnos poco a poco, para sentir la respiración del otro que, lentamente, se iba agitando.

Puede que fueran los nervios, las cosquillas de nuestros estómagos o la sensación de ser la primera vez entre nosotros, pero el primer beso tardo en llegar. Antes de ello, nuestras manos entrelazaron sus dedos en primer lugar, y mi brazo rodeo tus hombros para jugar delicadamente con tu oreja y tu cuello.

El primer beso fue cálido, suave y húmedo. Una primera toma de contacto deliciosa y excitante, que te hizo soltar un pequeño suspiro cuando nuestros labios se separaron para permitir que nuestros ojos, lujurioso, se cruzasen durante solo un momento, intenso y tentador, para volver a besarnos, ahora sí, con pasión y deseo.

Nuestras lenguas se cruzaban a medio camino entre nuestras bocas y nuestros labios no se juntaron en un buen rato, jugando en el aire, disfrutando de su tacto rugoso y de mover nuestras cabezas para evitar juntar los labios.

Mi mano comienza a rozar una de tus rodillas y por un momento te tensas para, inmediatamente, acomodarte en tu asiento abriendo poco a poco tus piernas y aceptando ir más allá en nuestro juego.
Ahora sí, nuestras bocas se juntan y las lenguas recorren nuestro interior. Cada beso es una mezcla de calor y pasión, de humedad y deseo, de aire cálido y frenesí incontrolado. Por su parte, mi mano comienza a recorrer tu pierna. De la rodilla pasa al muslo y sigue subiendo. Despacio, recorriendo cada centímetro de piel con la yema de los dedos y palpando despacio, apreciando el calor que desprendes a cada pequeño movimiento.

-    ¿Quieres pecar? –Te susurro suavemente en tu oreja, mientras aprovecho para morderla ligeramente.

-   Enséñame el camino –Respondes con voz entrecortada dispuesta a todo lo que pueda venir en los próximos minutos.

Mi mano se acerca decidida a tu sexo y opta por acariciarlo por encima de tus bragas. La humedad se aprecia claramente en la licra de tu ropa interior y separando mi boca de la tuya, observo como cierras los ojos y disfrutas en silencio con cada caricia de mis dedos sobre tu sexo. Poco a poco, recorriendo la tela de tus bragas de arriba abajo, aprecio como tu humedad crece, al tiempo que el olor a sexo comienza a llegar a mí. Aparto con cuidado tu ropa íntima a un lado y un par de mis dedos comienza a rozar directamente tu sexo, sin barrera alguna que lo impida y sin preocuparme de donde estábamos.

No entro dentro de ti, me dedico a masturbar tu clítoris. Sin tocarlo directamente, lo rodeo trazando círculos alrededor de él y haciendo que, cada poco tiempo, mi dedo baje por tu sexo para empaparse en tu humedad.

Me besas para que tus gemidos queden ahogados entre nuestras bocas y puedo apreciar, en la fuerza de tu beso, el placer que sientes con cada una de mis caricias, que ya no se limitan a rodear tu clítoris, sino que ya lo tocan directamente, sin hacer mucha fuerza, trazando pequeños movimientos en diagonal y notando como con cada pasada, va creciendo poco a poco.

En unos minutos tu cuerpo se tensa, tu beso se intensifica y coges mi mano libre con fuerza para disfrutar de cada escalofrío que recorre tu cuerpo por entero y de cada oleada de placer que se extiende desde tu clítoris. Respiras agitada y miras con ojos de sorpresa, contenta, agradecida, satisfecha. Poco a poco tu cuerpo se relaja, buscas aire donde apenas hay y aprovecho para besar tiernamente tus labios.

Comienzan los títulos de crédito y la tenue luz de la sala me permite vislumbrar tu sonrisa.

-   Termina de pecar por todo lo alto ¿me das tus braguitas? –Me miras curiosa y sorprendida a la vez, dudas un segundo, pero con un rápido movimiento, tus manos deslizan tus bragas por tus piernas y hábilmente sortean tus sandalias. Te agachas y me las entregas sonrojada pero con una sonrisa pícara acompañada de una mirada llena de complicidad. 

Seguiremos excitando...


lunes, 18 de julio de 2011

La hamaca y la piscina

Entre en tu chalet sin hacer ruido, aparcando el coche en el camino de tierra que lleva a la casa de tus padres. Tu mensaje no me hizo dudar, “estaré sola todo el fin de semana, ven cuando quieras, te espero”, y no tarde mucho en llegar.

La noche ya era cerrada cuando franqueaba la verja de entrada y me dirigí hacía donde sabía que estarías, la piscina. Te vi tumbada en tu hamaca como siempre te ha gustado. Te mecías tranquila con el suave viento que corría por tu jardín, iluminada por unas pocas luces que dejaban ver lo suficiente sin deslumbrar. La piscina, también iluminada, era una clara tentación
para esa noche que estaba a punto de comenzar.

Mientras tus pies se cruzan uno encima del otro, tus largas y suaves piernas se estiran en la hamaca para culminar en un pequeño pantalón vaquero que apenas cubre unos centímetros de tu cuerpo. Un bonito bikini rojo cubre tus preciosos pechos por los que he suspirado en tantas ocasiones y que he disfrutado en innumerables noches locas de amor y pasión.
Me acerco despacio y sigilosamente. Quiero sorprenderte y a cada paso observo tu pelo largo y rubio. Me fijo en como cae ondulado sobre tu cuello y ya me imagino oliéndolo mientras deslizo mis dedos entre tus mechones.

Me acerco por detrás, intento no hacer ruido. Cuando llego a tu altura, me agacho sobre la hamaca y te doy un suave beso en tu hombro desnudo, “
buenas noches”. Te giras con una sonrisa en tu boca y nuestros labios no tardan en encontrarse para besarse, mientras nuestras lenguas chocan entre sí, muy despacio al principio para, poco a poco, hacerlo más y más rápido, mientras tus manos rodean mi cuello por detrás y acercan mi cuerpo al tuyo…

Con cuidado bajas de la hamaca y te apoyas en un árbol. Me acerco a ti, te abrazo y continuamos con nuestros besos que ya no solo son entre nuestros labios. Me deleito recorriendo tu cuello mientras noto como tu respiración se acelera a medida que mi lengua pasa una y otra vez por tu piel. Tus orejas son una tentación demasiado grande y no puedo más que besarlas y darlas pequeños mordisquitos, mientras que tus manos agarran mi culo y empiezan a recorrer mi espalda por debajo de la camiseta, para en un rápido movimiento, tirar de ella y sacarla por encima de mi cabeza.

Entre beso y beso te susurro, “¿
nos vamos al agua?”, a lo que respondes con un movimiento de tu cabeza sin tardar. Abro el botón de tu pantaloncito y bajo la minúscula cremallera para deslizar tus pantalones por tus piernas. La parte inferior de tu biquini queda al descubierto y corre la misma suerte que tu pantalón, mientras que tus manos comienzan a hacer lo mismo con el mio.

Nos separamos por un instante y corres hacia la piscina. Te observo como te zambulles de un salto mientras termino de desnudarme y raudo salto cerca de ti para abrazarnos y volver a besarnos.

Nuestros cuerpos desnudos se encuentran bajo el agua y nuestras piernas chocan. Vamos hacia donde cubre menos, donde hacemos pie y nos acercamos al borde. Te doy la vuelta, me quedo a tu espalda, aparto tu pelo y comienzo a besar tu espalda y tu cuello. Mis manos bajan por tu cuerpo, entran en el agua y recorren tu piel, vuelven a subir y sueltan el cierre de tu bikini para liberar tus pechos que son sujetados por mis manos sin perder un instante. Mis manos acarician tus pezones, los coloco entre mis dedos y los pellizco con cuidado, mientras mis besos siguen llenando tu cuello y tu nuca. Me acerco más a ti y me pego a tu culo, provocando un pequeño suspiro de tu boca cuando notas el tamaño de mi erección.

Dejo tu pecho y mis dedos recorren tu vientre liso. Caen hasta tu pubis depilado y comienzan a buscar tu clítoris entre tus labios, para comenzar a trazar círculos a su alrededor. No lo toco directamente porque quiero incrementar tu excitación un poco más…mis dedos bajan por tus labios, llegan a tu vagina y presionan tu entrada. No te penetro aún y disfruto de tu respiración cada vez más agitada y acelerada. Giras tu cabeza y encuentras mis labios dispuestos a devorar tu boca sin dilación. Cuando estamos en pleno beso, sí acaricie directamente tu clítoris con la yema de unos de mis dedos, provocando un torrente de placer que partiendo de tu sexo culminaba en nuestro beso.

Variaba la velocidad de mis caricias sobre tu clítoris al igual que mis movimientos sobre él, provocando que tu cuerpo temblase más o menos en función de la velocidad. Notaba como se iba agrandando y como cada vez era más sensible a mi dedo. Seguíamos besándonos y nuestro calor se incrementaba por momentos.

Quiero sentirte dentro de mi”, fueron las palabras mágicas para volver a ponernos cara a cara y mirarnos a los ojos con deseo y pasión. Me acerque todo lo que pude a ti y mis manos buscaron la entrada de tu vagina. Con cuidado dos de ellos entraron en ti, disfrutando de una doble humedad. No tarde en pegarme a ti y levantando tus piernas, entre en ti despacio, mientras nos besábamos una vez más.

Te penetraba despacio y tus piernas y tus manos se entrelazaban detrás de mí. Poco a poco la velocidad fue creciendo y nuestra excitación también. El agua nos salpicaba con cada embestida y nuestros cuerpos sudaban por el movimiento. Me apretabas junto a ti y con tus caderas no hacías sino acelerar mi excitación y el deseo de explotar dentro de ti. Comenzaste a morder mi oreja y desencadenaste lo inevitable entre los gemidos de los dos. Mientras abrazados buscábamos aire, me susurraste nuevamente al oído: “
¿Te he dicho que mis padres tienen cama de agua?”...

Seguiremos excitando...




jueves, 19 de mayo de 2011

Tu coche

Saliste de trabajar y ya estabas excitada. Notabas como tus braguitas negras se mojaban a cada paso que dabas en dirección a tu coche, desde la salida del cine en el que habías pasado las últimas ocho horas. Mi casa estaba muy cerca y ya tenías ganas de recogerme. Habían sido varias semanas de calientes charlas y furtivos y salvajes orgasmos conseguidos tras infinitas líneas de pasión y sexo puro.

Arrancando el coche recordabas las muchas tardes en las que te dejaste llevar por la excitación; ya fuese con tus manos o con tu consolador, atravesabas una etapa de una tremenda excitación y cada situación era una excusa para tocarte y correrte sin apenas esfuerzo. No pudiste evitar, mientras esperabas que un semáforo se pusiera en verde, tocar tu entrepierna y verificar lo que ya sabías. Tu sexo está caliente y húmedo, deseoso de ser tocado y chupado.

Pocas calles después llegaste a tu destino y no tardaste en localizar al que sería tu pasajero. Sin apenas cruzar una palabra, un par de besos en la mejilla dan paso, tras un cruce de miradas, a un pico húmedo y cálido que desencadena una tormenta de besos y caricias que recorren tu cuello y el suyo, manos que se pierden entre tu cabello y en su pecho, manos que bajan por tu cuerpo y acarician tus tetas y buscan tu entrepierna caliente y chorreante, mientras que tus dedos también buscan su sexo, erecto y hermoso.

Un segundo de lucidez te permite separarte y mirar a tu alrededor. Te ves junto a varias casas, a la vista de todo el mundo y decides arrancar el coche para ir al habitual lugar donde las parejas dan rienda suelta a su pasión en los coches. Apenas habláis durante el trayecto. Su mano no se separa de tus piernas, las recorre arriba y abajo y en los semáforos las caricias pasan a ser algo más y su mano aprieta tu coñito sobre tus vaqueros y, hábilmente, te baja la pequeña cremallera para poder introducir sus dedos y tocar tu coñito directamente sobre tus braguitas.

Aparcas el coche apartado de los otros que comparten el aparcamiento del estadio y los labios vuelven a juntarse. Susurras...vámonos al asiento de atrás, tendremos más espacio.

Pequeños besos se producen entre los labios de los dos. Besos pequeños, suaves, ligeros piquitos que os acercan el uno al otro mientras miráis distraídamente a otros coches intentando ver si os miran o si es posible espiar, furtivamente, a otras parejas que cerca comparten el mismo calor, la misma pasión, el mismo deseo, las mismas incomodidades del coche...

Sus besos pasan a tus orejas y a tu cuello, donde notas como su lengua recorre cada centímetro de piel. Su nariz se impregna de tu perfume y su boca besa tus orejas, notando como sus dientes dan pequeños y delicados mordisquitos en los lóbulos de tus orejas. Vuelve a tus labios y ya no son besos suaves y pequeños picos, pues devora tus labios con pasión, mientras sus manos se pierden en tu pelo y rodean tu cuello y las tuyas comienzan a meterse bajo su camiseta sin ceder terreno a los labios que te comen a besos.

Su mano se sitúa descaradamente sobre tu vagina, con su palma acaricia tu entrepierna y tu vaquero no es capaz de contener la humedad que desprendes: "creo que estás muy mojada", susurra en tu oído.

Su mano deja tu vagina momentáneamente y se introduce bajo tu blusa. El calor de tu estomago la recibe mientras sube para encontrarse con tu sujetador. Sobre la tela busca tus pezones, ya duros y erectos, los acaricia y los pellizca, mientras abre todos los botones de tu blusa para poder disfrutar de ellos cómodamente.

Tu sujetador no tarda en abrirse y en caer sobre tu cuerpo. “Ponte sobre mí”, escuchas en tu oído y no tardas en cumplir sus deseos. Te sientas a horcajadas en sus rodillas, y notas tu pecho desnudo y tu entrepierna ardiendo, mientras su boca se coloca sobre tus pezones. Sujetas su cabeza y enredas tus dedos entre su pelo para notar como uno de tus pezones entra en su boca, lo recorre con su lengua, lo aprieta suavemente con sus labios y tira de él, rozándolo con sus dientes. Con su lengua recorre tu canalillo, despacio, lentamente, saboreando cada centímetro de piel para alcanzar tu otro pezón y comenzar con el mismo ritual. Sus manos buscan tu cinturón y, momentáneamente, os separáis para quitaros todo aquello que os sobra.

Vas directa a su polla y decides lamerla de arriba y abajo, una y otra vez, parando cada rato en la puntita para provocar que los temblores se multipliquen por toda su espalda. Él hecha la cabeza hacía atrás y te deja hacer mientras pierde una de sus manos entre tus pelos sin llegar a apretar tu cabeza contra su pene duro y erecto. La otra mano recorre tu espalda y acaricia tu culo, buscando, desde atrás, tus braguitas mojadas. Agradeciendo su intención, levantas tu pierna y te colocas para que su mano pueda comenzar a jugar con tu vagina tras apartar tus bragas a un lado.

Sus dedos consiguen el efecto deseado y agarrándote a su cuello y tras un húmero beso, le susurras al oído, “fóllame”.

Decidida te subes a horcajadas decidida a cabalgar sobre su sexo, bajando poco a poco sobre su erección. Te mueves despacio, disfrutando de cada centímetro que entra y sale de ti. Te quedas quieta, con su polla totalmente dentro de ti y mirando a sus ojos. Ninguno de los dos os movéis y volvéis a comeros la boca con pasionales besos que luchan por provocar el mayor de los placeres. Su boca busca tus pechos y vuelven a besar y a lamer tus pezones mientras vuelves a moverte sobre él. Los gemidos de ambos se incrementan a medida que la penetración se vuelve más y más rápida. Tus manos comienzan a jugar en tu clítoris y tu excitación sigue en aumento hasta que gimiendo y apretando su cabeza contra tu pecho, te corres respirando agitada y cayendo sobre él, buscando un aire que no encuentras. Escuchas en tu oído “respira que aún te queda otra ronda”.

Te tumbas bocarriba en el asiento y te apoyas en la esquina del asiento, saltando por el contacto del frio vidrio con tu caliente piel. Te pones tu blusa sin abrochar los botones y dejando parte de tus pechos al aire. Él se adapta al sitio que hay y recorre con su boca tus piernas y tus muslos, besa y lame tu piel hasta llegar a tu vagina, húmeda y caliente. Con sus manos abre tus labios y su lengua comienza a buscar tu clítoris. Lame primero la parte de arriba de tu sexo, saborea su sabor salado y dos de sus dedos entran en tu sexo para comenzar varios movimientos en círculos dentro de ti, al tiempo que comienza un mete y saca que te provocan nuevos gemidos.

Al tiempo que comienza a pasar su lengua sobre tu clítoris, los dedos que te masturban por dentro hacen un gancho dentro de ti. De esa manera, mientras tu clítoris es lamido por su lengua, sus dedos masturban tu zona más sensible dentro de ti. Mueve sus dedos arriba y abajo, cada vez más rápido y con tu pelvis acompañas sus movimientos. Tu respiración se agita y sujetas su cabeza para que no deje de comerte en ningún momento, hasta que le pides que te vuelva a penetrar.

Te tumbas en el asiento y con su mano dirige su polla a tu sexo. Te penetra de una sola vez, tu humedad facilita el trabajo y tu sexo vuelve a estar lleno. Rodea tu cabeza con sus brazos y vuestros pechos se juntan al igual que los labios. El clásico misionero se traduce en constantes embestidas que son acompañadas por tus gemidos. Cada vez más rápido, cada vez más elevados, hasta que, entre temblores, se corre en tu interior compartiendo los espasmos que vienen de tu coño y su polla.

Seguiremos excitando...



domingo, 27 de marzo de 2011

Un buen comienzo...

Aceptaste ver una película en su casa. Sabías a lo que subías aunque no querías mostrárselo abiertamente. Aunque tus ganas eran tantas o más que las de él, querías hacerle sufrir un poco más. Al poco de empezar la película, sentiste como su mano comenzaba a acariciar tu brazo y tu hombro. Nerviosa, no apartabas la mirada del televisor, aún cuando sentías su mirada clavada en tu cara. Intentabas seguir la trama de la película, pero poco a poco te dejabas vencer por la invitación que desde tu brazo llegaba a tu hombro.

En un momento dado, giraste la cabeza y te cruzaste con sus ojos. La oscuridad de la sala, solo rota por la luz de la televisión, no hizo sino incrementar más el deseo de cruzar tus labios con los suyos y un pequeño beso, un pico, fue el primero de muchos. Un beso suave y cálido, del que te separas con esfuerzo y cuya sensación te incita a buscar el siguiente.

El segundo beso ya no es un simple pico, ahora tus labios se juntan más y más con los suyos y vuestras lenguas comienzan a juntarse con deseo y pasión, en besos largos y húmedos, profundos e intensos. Notas como su mano comienza a recorrer tu pierna, despacio, poco a poco, aprecias, por encima de tus vaqueros, como sus yemas recorren tu muslo arriba y abajo.

Su boca ya no solo está en la tuya. Baja para besar tu cuello, sube a tus orejas para hacer pequeños mordisquitos y su mano ya ha dejado tu muslo para comenzar a rozar tu entrepierna y empezar a notar el incipiente calor de tu sexo. Un pequeño apretón de su mano sobre tu sexo provoca tu primer suspiro de la noche, lo que provoca que te vayas hacia atrás en el sofá, abriendo tus piernas y aceptando el placer que no deja de crecer y crecer.

Su mano decide pasar a terrenos más cálidos y comienza a buscar tus braguitas, entrando por el elástico de tu pantalón, sin abrir el botón. Notas su mano prisionera bajo tus vaqueros que baja hasta que encuentra, un poco más abajo, tu humedad y tus braguitas mojadas. Comienza a acariciar tu coñito por encima de la tela mientras sus besos siguen llenando tu boca de pasión y calor.

Se decide a abrir el botón de tu vaquero y a bajar la pequeña cremallera. No ofreces ninguna resistencia y deseas que sus dedos encuentren tu vagina empapada y húmeda, limpia de vello y deseosa de ser acariciada. Sus dedos comienzan a introducirse entre tus labios y a recorrer el comienzo de tu sexo. Buscan tu clítoris, con cuidado, con calma y sientes como unos pequeños escalofríos recorren tu espalda, signo de que está muy cerca de él. No tarda en encontrarlo y comienza a trazar círculos a su alrededor, que te llevan a temblar y suspirar mientras sus besos parecen convertirse en un único beso, largo y eterno.

Saca su mano y deja de besarte. Abres los ojos con cierta decepción y ves como te ofrece su mano para ayudarte a incorporarte. Tus pantalones caen a los tobillos según te levantas y no tarda en quitar tu camiseta dejando al descubierto tu sujetador y tus pechos que deseas que sean besados y lamidos cuanto antes. Coge tu mano y tira suavemente de ti llevándote a la habitación. Junto a su cama, de pie, llega una nueva oleada de besos, mientras abrazados, lleva su mano a tu vagina y, apartando a un lado tus braguitas, sus dedos comienzan a entrar dentro de ti. Notas como tu humedad sale de ti y cómo empapas su mano.

Sus movimientos dentro de tu vagina te hacen temblar y te tienes que agarrar a su cuello para no caerte. Con delicadeza te deja sobre la cama y se arrodilla entre tus piernas para quitarte los zapatos, los pantalones y las braguitas dejando tus piernas desnudas y colgando de la cama. Se acerca a tu entrepierna con su boca y comienza a recorrer tu clítoris y tu vagina con su lengua, saboreando tu sabor y bebiendo de tus jugos.

Se centra en lamer tu clítoris, mientras sus dedos vuelven a entrar en ti. Se adaptan a tu cuerpo y se mueven dentro de ti en todas las direcciones. Notas como se separan y como se vuelven a juntar de ti. Cada vez te notas más y más alterada y llevas tus manos a su cabeza para apretarla aún más contra tu cuerpo. Su lengua no deja de lamer tu clítoris y tus temblores son cada vez más intensos, anticipando la llegada de un orgasmo deseado y ansiado. Él lo nota y redobla sus esfuerzos con su lengua, lamiendo tu clítoris, succionando a veces, apretándolo entre sus dientes otras….no tardas en explotar, aprietas su pelo con tus manos mientras tu cuerpo se tensa y sus lengüetazos comienzan a bajar de intensidad. Tiras ligeramente de su pelo y él sube a la altura de tu cara, le miras con lujuria, con deseo…se apoya en tu pecho, oyendo el rápido latir de tu corazón y acariciando tu cuerpo mientras tu respiración, agitada y sexual, poco a poco, va volviendo a la normalidad, aunque ya estás deseando que se vuelva a agitar.

Seguiremos excitando...



Sexo telefónico por ser Domingo de Carnaval

Te tumbaste desnuda en la cama, sólo con tu máscara de afrodita cubriendo tu rostro.

Esperabas su llamada, el calor de cada una de sus palabras que, aunque lejanas, resonaban muy dentro de ti. Cada palabra era una nueva invitación, una nueva sugerencia a profundizar un poco más en un placer cada día más intenso y más profundo. Sabías que con cada llamada eras más libre y más sexual, más salvaje y más la persona que realmente te sentías.

Con sus palabras no tenías que esconderte, que ocultar partes de ti, podías ser tú misma, sin limitaciones, sin frenos y sin riesgos.

Aunque no le conocías en persona, confiabas en él. Cada día disfrutabas de sus nuevas travesuras. Algunos días era una simple masturbación, otros días te hacía jugar con objetos que nunca habrías imaginado. Todo valía cuando él llamaba, cualquier cosa era posible con su voz y tú estabas, un día más, dispuesta a hacer lo que su voz te pidiese hacer.

Unos días antes del Domingo de Carnaval, habías recibido un pequeño paquete y un sobre con el siguiente texto escrito en una pequeña hoja blanca, con unos labios en relieve: “sé que estarás sola un domingo más. Te llamaré sobre las 5. Quiero que estés en tu cama, solo con el contenido del paquete, esperando mis palabras y mis deseos”.

En el interior se encontraba una pequeña máscara, de porcelana, al estilo de las que usaban en la antigua Roma y más propia del Carnaval de Venecia que de otro lado. Otra nota, sobre otros labios en relieve, colgaba de la etiqueta: “esta máscara representa a Afrodita, diosa de la pasión. Tú serás mi diosa”.

La máscara era totalmente blanca, con un mínimo detalle dorado en el contorno del pelo. Apreciaste su belleza al abrir el paquete y su suavidad al tomarla con tus manos. Apenas pesaba cuando la cogiste y la sacaste del paquete. Una pequeña cinta la rodeaba por detrás y pudiste apreciar el contorno de la boca, la nariz y los ojos, así como el pelo trazado en la parte superior.

Desde las tres de la tarde empezaste a prepararte. Querías estar preciosa y perfecta para disfrutar de la nueva fantasía que te esperaba en un rato. Un relajante baño, espumoso y oloroso fue el primer paso. Con una cuchilla y con suavidad, retiraste todo el vello de tus piernas y de tu pubis que quedo limpio y sin rastro de pelo. También rasuraste el poco bello de tus axilas y a partir de ahí dedicaste un buen rato a relajarte en el agua caliente.

Con suavidad empezaste a recorrer tu cuerpo con tus manos, el jabón comenzó a soltar espuma sobre tu piel y tus manos se encargaron de esparcirla y repartirla, empezando por tus pechos, generosos y redondos. Tus pezones no tardaron en reaccionar a tus caricias y preferiste seguir enjabonando tu cuerpo porque aún no te querías excitar. Tus manos se deslizaban ágilmente por tu cuerpo sin vello, tu pecho dio paso a tu pubis y tu pubis a tus muslos, desde donde recorriste cada centímetro de tus piernas hasta llegar, levantándola hacia arriba a tus pies.

Perdiste la noción del tiempo, y solo notar el agua fría bajo tu cuerpo te hizo levantarte y secarte, con delicadeza, tu piel. Una vez seca comenzaste a repartir crema de forma generosa por todo tu cuerpo, prestando especial atención en las zonas en las que, poco antes, habías rasurado.

Eran las cinco en punto cuando te colocaste la máscara sobre tu rostro. Tu visión se redujo y notaste como tu respiración se hizo algo más pesada. Hablaste en alto y tu voz sonó amortiguada por la cerámica de tu nueva piel.

Te tumbaste en la cama, una de tus rodillas se flexiono, quedando ligeramente doblada, respirabas tranquilamente, tratando de contener tu excitación. Tus manos descansaban sobre tu pecho, entrelazadas y tu mirada se perdía en el infinito, en dirección al techo. Tus pechos caían ligeramente sobre ti y tus pezones comenzaban a estar erectos. Quisiste verte a ti misma desde fuera, te imaginaste tu perfil, tu contorno y no pudiste evitar sonreír ligeramente bajo tu máscara.

Comenzó a sonar el teléfono. Lo dejaste vibrar libremente sobre tu pecho, sintiendo como cada vibración se distribuía desde tu ombligo al resto de tu cuerpo. Pasados varios tonos, decidiste que ya era hora de jugar de verdad y descolgaste la llamada sin contestar.

Su voz llegó pronto a tus oídos...”estoy seguro de que estás ya húmeda. Tengo las braguitas que me mandaste cerca de mí y estoy disfrutando de tu olor. Seguro que te has dado crema y que tu piel está suave para que tus manos la recorran por completo una y otra vez”.

Coloca un cojín bajo tu espalda. Quiero que tengas tu culo levantado y notes más placer. Acaricia tu clítoris con tus dedos, no presiones mucho, que sea una simple caricia y usa la yema de tu dedo para rodearlo”.

Sin temor y sin dudar ni un momento comenzaste a tocarte tal y como te indicaba. Sin prisas, sin agobios. Sabías que tenías la casa para ti sola durante muchas horas y nadie te molestaría. Tu respiración comenzó a hacerse más y más pesada bajo la máscara, al ritmo que tus caricias comenzaban a surgir efecto en el clítoris y este iba incrementando su tamaño poco a poco, pero sin pausa.

Comienza a bajar tu mano hacía tu vagina, recorre despacio el interior de tus labios y no entrés aún. Pega tu dedo a tu agujero y muévelo en círculos sobre él. Poco a poco penétrate con uno de tus dedos, despacio, siente cada falange de tu dedo, siente como entra en tu interior y como se abre espacio entre tus paredes. Mételo hasta dentro, y empieza a sacarlo poco a poco, para volver a meterlo”. Cada movimiento era multiplicar los líquidos de tu vagina y sentir como tu dedo estaba cada vez más empapado.

Cuando te apetezca introduce un segundo dedo dentro de ti y si quieres, no te cortes, puedes hacerlo con un tercero. Según lo hagas, mete haciéndolo más y más rápido, quiero que empieces a sentir como te penetras con más y más fuerza y que tus dedos estén muy muy húmedos”.

Ahora quiero que tu otra mano acaricie tu clítoris, pero ya no caricias suaves, sino caricias más fuertes. Quiero que lo sientas, que tengas tu clítoris muy gordo y que quieras explotar en cualquier momento, mientras diriges uno de tus dedos a tu culito, ¿lo harás por mi?”.

Solo pudiste contestar con un suspiro, con un claro sentimiento de afirmación. Así, mientras tu mano masturbaba tu clítoris, uno de tus dedos, empapado en tu propia excitación, lo llevaste a tu culito, donde, con algo de esfuerzo, lo lograste introducir, notando la presión que las paredes de tu ano hacían sobre tu dedo y como cada movimiento que llevabas a cabo con él, era una nueva oleada de placer que se extendía por todo tu cuerpo.

Quiero que aceleres, ahora es cuando quiero oírte gemir y cuando tienes que masturbarte pensando en cómo la tengo, en cómo estoy pensando en tu cuerpo desnudo, en tu cara cubierta con la máscara y en tu sexo abierto, deseando ser penetrado y en tu clítoris duro y gordo, con el que te vas a correr en unos momentos”. Apenas unos segundos después, se desencadenada tu orgasmo, rico y delicioso, recorriendo todo el cuerpo, electrificando tu piel, provocando un gemido ahogado debajo de la máscara y generando una sonrisa bajo la cerámica que cubría tu piel y que seguía, impertérrita, con la misma expresión de minutos atrás.


Seguiremos excitando...


jueves, 3 de marzo de 2011

Una noche vibrante

Por petición muy especial...

Aunque estuve en tu casa, no iba a recogerte como era habitual. Deje un paquete para ti en la portería y según salía de tu portal, te mande un mensaje, “tienes algo en la portería para esta noche. Pasaré por el bar en un rato y me presentas a tus amigas”.

La verdad que aún no sabía cómo me habías convencido, pero querías presentarme a tus amigas y que pasáramos una tarde con ellas. Lo cierto, es que no tenía muchas ganas de hacerlo, pero si accedías a mi juego, al menos, nos divertiríamos un rato antes de retirarnos a tu cama o a la mía y dejarnos inundar por el placer más salvaje.

Bajaste a por tu paquete. Estaba envuelto en papel morado, con un lazo rojo y un sobre amarillo sujeto por el lazo con tu nombre escrito en él. Nerviosa y extrañada, regresaste a tu piso, abriendo el sobre directamente en el ascensor: “Hola preciosa, espero que estés juguetona, que quieras divertirte esta noche y dejarte llevar…póntela dentro de ti y sabrás de mi llegada al bar. Muchos y húmedos besitos”.

Apenas cerraste la puerta, quitaste el lazo de la caja y la abriste. Envuelto entre algodones encontraste una pequeña bala vibradora, pero no fuiste capaz de ponerla en marcha. No había botón alguno ni nada. Solo pudiste abrirla para ver el espacio reservado para las pilas.

Intrigada volviste al baño para terminar de arreglaste. Comprobaste que no quedaba ni un solo pelo ni en tus piernas ni en tu pubis. Lo habías depilado por completo. Decidiste aceptar el juego y antes de colocarte tu conjunto de ropa interior, verde aceituna con transparencias, decidiste meterte la bala.

Comenzaste a masturbar tu clítoris con el objetivo de humedecer tu vagina. No tardaste en lograr tu objetivo y tras varios minutos pasando tus dedos arriba y debajo de tus labios, comenzaste a notar la humedad dentro de ti…miraste el móvil y viste que ibas bien de tiempo, por lo que optaste por seguir masturbando tu clítoris antes de introducir la bala. Subiste un pie a la taza del baño, separando tus piernas para facilitar el acceso a tu vagina. Tus dedos se colocaron rápidamente dentro de ella y comenzaste un suave mete saca con dos de ellos. Empezaste lentamente, disfrutando de cómo cada falange de tus dedos recorría el contorno de tu vagina, metiendo los dedos por completo, para deleite de tu vista; con tu otra mano, te apoyabas en la pared para mantener el equilibrio.

Poco a poco, a medida que tu respiración se agitaba y tu pulso se aceleraba, decidiste aumentar el ritmo con el que entrabas y sacabas los dedos de tu interior. Poco a poco, notabas como se acercaba tu clímax y justo en el último momento sacaste tus dedos para apretar tu clítoris y explotar en un orgasmo corto, pero intenso, rápido, pero delicioso, buscado y deseado.

Te sentaste en la taza, pasando aún tus dedos por tu vagina y pensando en qué sería lo que te esperaba cuando estuvieses con tus amigas.

Te recuperaste y secaste tu vagina con una toalla para, a continuación, abrir tus labios y colocar tu bala dentro de ti. Un pequeño hilito, para poder sacarla, colgaba fuera de ti y no pudiste dejar de esbozar una pequeña sonrisa cuando retocabas tu coleta en el espejo.

Terminaste de vestirte y saliste hacía donde habías quedado con tus amigas.

Besos y saludos varios y en unos minutos estabais camino de una discoteca. Poco después, ya sin abrigos y con vuestras mejores ropas, bailabas en el medio de la pista despreocupada por todo. Notabas la bala dentro de ti, quieta, sin moverse, un pequeño objeto entre el calor de tu vagina que no había cesado desde que subiste del portal.

Una camiseta azul de tirantes, dejaba entrever tus pechos sin mayor problema, mientras que una falda negra mostraba buena parte de tus piernas, enfundadas en unas medias también negras, hasta llegar a tus pies donde unas pequeñas botas se movían al ritmo de la música.

Habría pasado más de media hora bailando y no tenías noticias de mi. Habías mirado a un lado y a otro sin suerte, habías bebido una copa y habías recorrido el camino hasta el baño en una ocasión para asegurarte que todo estaba en su sitio pero aún no tenías constancia de mi presencia.

Cuando volviste del baño, empezaste a sentir como la bala comenzaba a vibrar dentro de ti. Un suave movimiento que apenas duro unos segundos, pero que despertó y agudizo todos los sentidos. Miraste en todas las direcciones pero la oscuridad de la discoteca y las luces de colores no fuiste capaz de localizarme. Sabías que estaba cerca y tu mente empezó a trabajar a la par que la bala.

Una nueva vibración y un nuevo sobresalto en tu interior. Una de tus amigas te comentaba algo de un grupo de chicos cercano, pero tú apenas la escuchabas. “¿Pero qué te pasa? ¿Estás buscando a tu chico? Espero que no te de plantón”. Asentiste sin mucho convencimiento y decidiste seguir bailando. “Déjate llevar” decía mi nota y pude comprobar que estabas dispuesta a hacerlo.

Notaste como la vibración iba en aumento; progresivamente incrementaba la velocidad y podía comprobar, en la distancia, como la expresión de tu cara trataba de contener la excitación que empezabas a sentir.

El pequeño mando que sostenía con mi mano me permitía controlar tu excitación a distancia y disfrutar de tus gestos. Oculto tras una columna disfrutaba viendo como querías llevar tus manos a tu faldita y buscar un placer aún mayor masturbando tu clítoris y jugando con tus labios.

La máxima velocidad de la bala provocaba que tus caderas se movieran de forma intensa, haciendo de tu baile una especie de trance.

Decidí que era hora de presentarme a tus amigas. Di la vuelta a la pista de baile y me sitúe a tu espalda sin reducir la velocidad de la bala. Me acerque a tu cuello y te susurre al oído: “qué ritmo llevas. Es maravilloso verte bailar”. Giraste rápidamente la cabeza y no tardaste en besarme y comerme la boca a pesar de estar tus amigas delante. Un beso delicioso, largo, intenso, deseando tenerme en ti y gemir junto a mí.

Te costaba hablar cuando me presentabas a tus amigas. La bala no cesaba su cometido y generaba olas de placer en tu interior. Cuando acabaste la presentación, decidí apagar el aparato y besarte nuevamente para susurrar en tu oído: “creo que se han acabado las pilas, tengo más en casa, ¿vamos a buscarlas?”. No tardaste en recoger tu abrigo y seguirme fuera de la discoteca.


Seguiremos excitando...

domingo, 13 de febrero de 2011

jueves, 6 de enero de 2011

Una tarde cualquiera

A veces, lo más sencillo es lo más placentero...regalo de Reyes

Llegaste a media tarde a casa. Ya había caído la noche y tu sonrisa respondió a mi beso cuando entrabas en el salón. Hablamos un rato en el sofá, me contabas de tu nuevo trabajo, de las nuevas opciones que podías tener hasta que nuestros labios decidieron que ya era suficiente charla y que querían encontrarse más cerca y compartir saliva y calor, pasión y ternura a partes iguales, hasta que mi mano quiso tocar más allá.

Levante tu camiseta y mis dedos comenzaron a rozar tu piel caliente y cálida. Suavemente acariciaba tu estomago, solo te pasaba las yemas de mis dedos, hasta que decidí subir un poco más y comenzar a palpar la puntilla y el dibujo de tu sujetador. Me encantan tus pechos, buscar tus pezones y acariciarlos fue toda una delicia y un placer para mí. Poco a poco, mi excitación crecía, al igual que la tuya y decidí cambiar el norte por el sur. Mi mano bajo por tu piel, deshizo el camino recorrido y llego al borde de tu pantalón. Sin abrirlo, mis dedos comenzaron a entrar por debajo de la tela, hasta tocar el principio de tus braguitas. Su tela también quedo por encima de los dedos, que comenzaban a moverse libremente por tu monte de Venus, recorriendo tu pubis y los pelitos que indicaban el camino a la fuente de placer. Tus suspiros se hicieron más intensos y tras unos minutos en los que no dejamos de besarnos, decidí que era hora de pasarnos a la cama y seguir jugando.

Con la luz apagada y ya en mi cuarto, comencé a quitarte la ropa. Tu blusa salió pronto por tu cabeza al igual que tu top. Ahora sólo tu sujetador separaba tus pezones y tus pechos de mi boca y no tardo mucho en caer. Me deleite lamiendo tus pezones, notando como se endurecían y como crecían entre mis labios. Disfrute que estuviésemos de pie junto a la cama y que a cada lengüetazo en tus pechos, dejases escapar un suspiro.

Te senté en la cama tras quitar tu cinturón y abrir el botón de tu pantalón. Hábilmente baje tu cremallera y mi mano volvió a recorrer tu pubis para, ahora con más espacio, llegar mejor a tus labios. Moviendo mis dedos logre abrirlos y tu humedad inundo mis dedos que comenzaban a buscar tu clítoris para convertir tus suspiros en gemidos.

Te tumbaste y me puse a tus pies. Tire de tu pantalón desde la cintura y, como es habitual, se atasco en tus pies. Tras tirar de él, tus piernas quedaron a mi disposición. Las recorrí con mi lengua, alternando pequeños lengüetazos con besos aquí y allá, sobre todo al llegar a la parte interior de tus muslos. Puse la nariz junto a tus bragas y respiré tu olor. Me embriaga oler a sexo, me encanta disfrutar de cómo tu excitación inunda mi nariz y saber lo que me voy a encontrar cuando baje tus bragas y mi lengua recorra tus labios.

Tus bragas no tardaron en correr la misma suerte que tus pantalones y con ellas ya en el suelo, mis dedos comenzaron a tocar tu sexo. Abrí tus labios y fue tal y como me lo esperaba. Estabas muy húmeda, tu excitación era total e iba a disfrutar de ella plenamente. Dos de mis dedos entraron directamente en ti, arrancando tus primeros gemidos de tu boca. Pequeños y breves, pero signo inequívoco de excitación. Mi lengua se acerco a tu sexo, buscó tu clítoris y no tardo en encontrarlo. Con suavidad, pero con firmeza, lo lamía arriba y abajo, mientras mis dedos seguían jugando dentro de ti. A veces succionaba con mi boca para tu deleite y, otras, apretaba mi lengua con fuerza para arrancarte nuevos gemidos de placer. Saboreaba tu tesoro y alternaba mi boca con mis dedos que también acariciaban tu clítoris y no hacías sino gemir y vibrar con mis constantes caricias hasta rozar el orgasmo.

Decidiste que ya era hora de que yo también estuviese desnudo y te penetrase. Te pedí que te pusieras a cuatro patas, quería hacértelo desde atrás. Te penetre con facilidad y comencé a moverme detrás de ti, me pegaba todo lo que podía a ti, intentando penetrarte lo más profundo que podía, para alejarme de tu cuerpo y volver a entrar con fuerza. Me pegue a tu espalda y te susurre a tu oído…”tócate el clítoris y córrete”. Creo que te sorprendió mi petición, pero lo hiciste. Llevaste tu mano a tu clítoris y comenzaste a tocarte mientras seguía penetrándote. Así seguimos varios minutos, tú te apoyabas en la cama con un brazo, mientras tus dedos tocaban tu clítoris duro y grande. Yo te penetraba a buen ritmo, sin pausa, esperando tu orgasmo y la reacción de tu vagina, lo que no tardo en llegar para, con cada contracción, provocar mi orgasmo dentro de ti. Fueron segundos intensos, largos, eternos y excitantes; tras ellos, caímos rendidos sobre la cama. Yo sobre tu espalda, aún dentro de ti, respirando agitados, mientras tu mano seguía, ya sin moverse, junto a tu clítoris. Recuperábamos el aliento al tiempo que mi boca se abría camino entre tu pelo para que pequeños y suaves besos recorriesen tu nuca.


Seguiremos excitando...

martes, 4 de enero de 2011

Perfil en TodoRelatos

Debido a la dificultad de conseguir lectores y lectoras a través del blog, he creado un perfil en TodoRelatos. Aunque publicaré en ambos lugares, podéis consultar mis relatos en este enlace.

Un besyto !!!

lunes, 3 de enero de 2011

En tu habitación (Parte 2)

Feliz 2011 a tod@s los lectores. Continúo con la historia En tu habitación, de nuevo dedicado a los que han compartido su cuarto con hermanos y familiares diversos.

…cuando un susurro te sobresalto. “Vaya, si llego a saber que empezabas tan pronto…me escapo antes”.

Sobresaltada miraste a tu lado. De rodillas, junto a ti, en el suelo, estaba tu chico. No sabías cómo, pero daba igual. Había escapado del cuarto de invitados, estaba ahí, y te daba igual todo. Tus padres, tu hermana que dormía cerca de ti. Querías sentirlo muy cerca y muy dentro de ti y eso era todo en ese momento.

Su mano retiro la tuya que seguía cerca de tu vagina y fueron sus dedos los que comenzaron a entrar en ti. Te incorporaste hasta quedar sentada en la cama, con tu cara girada hacia tu chico y con los labios de ambos juntándose con pasión y ardor.

Sus dedos no tuvieron problema en entrar en tu cuerpo. Tu humedad inundaba toda tu vagina y sus dedos resbalaron dentro de ti. Tus gemidos se silenciaban en sus labios, tu calor se extendía por todo tu cuerpo desde tu coño húmedo y el olor a sexo cubría toda la habitación.

Tu hermana paso a un segundo plano, como tus padres y tu cuarto. Sólo importaba tu novio, sus labios, sus besos, su lengua y sus dedos entrando y saliendo de tu vagina empapada y generando olas de placer y sexo.

Sus dedos dejaron huérfana tu vagina. Con sus manos, te hizo girar sobre la cama. Tus pies quedaron en el suelo y tus piernas abiertas. Dejando de besar tus labios, te susurro “trata de no hacer mucho ruido”, para a continuación bajar su cabeza entre tus piernas.

Sentiste su lengua jugar con tus labios mientras sus manos los abrían. No fue difícil que su lengua encontrase tu clítoris y no tardo en comenzar a trazar círculos sobre él. Tus manos se posaron en su cabeza y presionaron ligeramente hacía debajo mientras tratabas de no hacer mucho ruido, algo cada vez más difícil pues a sus lengüetazos, se unió un dedo dentro de tu vagina. Subiste tus piernas a la cama y te tumbaste. Tu espalda sobre el colchón y tus rodillas dobladas, dejaban tu sexo totalmente expuesto a los juegos de tu chico.

Su lengua y su dedo no cejaban en su objetivo de que llegarás a un orgasmo. Una de tus manos apretaba su cabeza y con la otra optaste por volver a pellizcar tus pezones. Alternabas cada uno de ellos, disfrutando del trabajo de tu chico. Cerrabas los ojos mientras su lengua, ahora sí, apretaba tu clítoris directamente. Sus labios lo apretaban y tiraban ligeramente de él, con suavidad, pero generando fuertes contracciones en tu sexo, signo inequívoco de la cercanía de tu orgasmo que no tardo en desencadenarse, extendiéndose por todo tu cuerpo, provocando más temblores de los que nunca habías sentido y haciéndote respirar con dificultad, con ansiedad, buscando el aire en cualquier parte.

Sus lametones se convirtieron en pequeños besos en tu pubis; sus dedos salieron de tu vagina para solo rozar tus labios y tus dedos jugueteaban entre sus mechones. Tras unos minutos así, volviste a ser consciente de lo que te rodeaba, miraste a la cama de tu hermana, se movió pero parecía que seguía dormido. Miraste a tu chico que te miraba desde tus piernas y sonreía viendo tu cara de satisfacción. Subió junto a ti y tras besarte suave, pero profundamente, en la boca volvió a susurrarte…”algo tendremos que inventar para lo que viene ahora”.

Seguiremos excitando...