lunes, 8 de diciembre de 2014

Despertando sin abrir los ojos...

A veces alguien nos provoca un delicioso despertar a nuevas sensaciones y tentaciones... solo hay que encontrar la fuerza para caer en esa tentación...

Tu cuerpo perezoso comenzaba a despertar bajo el edredón nórdico de tu cama y las primeras sensaciones comenzaban a recorrer tus piernas y tus brazos. Poco a poco cobrabas consciencia de tu cuerpo y de tu situación.

Tu cuerpo, hecho un ovillo, estaba completamente cubierto y protegido del frío que reinaba más allá de la cama. Sin querer abrir los ojos, tu mano comenzó a moverse traviesa, acercándose a tus braguitas, buscando el calor más puro e intenso de tu cuerpo que se había mantenido intacto desde la noche anterior, cuando en un acalorada charla no habías podido evitar arrancarte varios orgasmos.

Tu mano comenzó a acariciar tu sexo por encima de tus braguitas, buscando placenteras sensaciones manteniendo tu idilio con el sueño al tiempo que recordabas cada uno de los mensajes que llegaron a tu móvil la noche anterior y que no hacían sino incrementar la humedad que se acumulaba entre tus labios. Tu mente seguía despertando a medida que tu mano presionaba con más fuerza sobre tus braguitas, mientras tus ojos comenzaron a abrirse, viendo en la mesilla de tu cama el pequeño vibrador que hace unas horas surcaba tu interior con fuerza y que ahora reposaba muerto muy cerca de tu mano.

Tus dedos apartaron a un lado tus braguitas y comenzaron a buscar tu interior. Los labios cedieron a tus caricias acogiendo con calor los dedos de tu mano que no querían sino empaparse en una excitación creciente, siendo consciente que, de continuar, no la podrías controlar. Comenzaste a notar el olor que desprendía tu sexo, al tiempo que el calor comenzaba a acumularse entre tus piernas con tus dedos entrando sin ningún pudor dentro de tu vagina, acomodándose a tu cuerpo doblado y comenzando a tocar los puntos y partes que sabías no tardarían en llevarte a un delicioso orgasmo. No buscabas estar horas, sino obtener un placer rápido y delicioso que recorriese tu cuerpo y prolongase la excitación de la noche anterior.

Tus dedos salieron y con un rápido movimiento bajaste ligeramente tus braguitas para poder acceder a tu clítoris con facilidad. La yema de uno de tus dedos comenzó a trazar círculos sobre él, sin presionar, solo rozando ese delicioso y pequeño punto, provocando que los primeros temblores llegasen a tu cuerpo. Con tu otra mano ejercías presión en el pubis al tiempo que tu dedo incrementaba la velocidad sobre tu clítoris pues querías que fuese rápido y directo y comenzaste una caricia constante y veloz que te llevase a un buen orgasmo.

Sabes dónde tocar y dónde acariciar. Sabes cuáles son tus puntos débiles y mientras tus dedos actuaban con sabiduría y habilidad, las imágenes de tu mente completaban tu excitación, empapando tu pubis y tus muslos, acercándote a la explosión que deseabas desde hace minutos y a la que te acercas sin posibilidad de evitarla y que era anunciada por los temblores que empezaron a recorrer tu cuerpo, a tensar tu espalda y tus piernas, a respirar con mayor agitación y a humedecer aún más tu sexo que palpitaba con creciente intensidad al apretar tu clítoris y alcanzar el deseado orgasmo.

Seguiremos excitando...

domingo, 14 de septiembre de 2014

El metro de tu cuerpo

No me cansaré de decir y pensar que la próxima musa surge en el momento más inesperado...

Quiero recorrer todas y cada una de las paradas que ofrece tu cuerpo; hacer un tour en el que mi lengua, mis labios y mis manos suban al vagón que me lleve a disfrutar de tu sexo y a provocar en ti la mayor de las excitaciones. 

Quiero subirme en tus labios, sentirlos reaccionar a los míos. Disfrutar de esa tensión previa a la primera vez que se junten, de esa humedad que compartiremos, de tu lengua saliendo de tu boca para buscar la mía... de cómo se enzarzan de forma pasional y sin control generando los primeros suspiros en nuestros cuerpos. 

Mis manos apartan tu pelo a un lado y preparan el terreno para avanzar a la siguiente parada. En un suspiro, mis labios se encuentran en tu cuello y comienzan a besarlo. Pequeños besitos muy seguidos recorren la piel de tu cuello y uso mis labios húmedos para provocarte pequeños gemidos al succionar tu piel con ellos. Mi lengua también recorre esta parada... despacio, con tranquilidad, poco a poco... mientras mis manos comienzan a explotar la siguiente parada.

Tumbada bocabajo en la cama, me coloco sobre tu espalda. Mis manos son las primeras en conocer la nueva parada que me dispongo a recorrer y las yemas de mis dedos no tardan en subir y bajar por toda tu piel. La recorro y me acerco a ti. Mientras mis manos acarician los laterales de tu espalda acercándose a tus pechos, mis labios se resisten a abandonar la anterior parada y siguen en tu cuello, devorando cada una de tus orejas con pasión, dejando pequeños mordisquitos en el lóbulo de tus orejas. Mis manos entran bajo tu pecho y acarician unos pezones duros que noto crecer al contacto de mis dedos. 

El pitido de las puertas del metro, obligan a mis labios a dejar tu cuello y comienzan a recorrer tu columna. Solo con mis labios, dejando que mi saliva empape tu piel, disfrutando de cada suspiro que genera en tu cuerpo y sin parar de repartir besos en cada hueco que me encuentro, mientras busco una de las paradas principales de tu cuerpo. 

Tu culito aparece ante mi y sin tabú alguno comienzo a recorrerlo con mi lengua. Cada vez trazo círculos más pequeños en torno a tu ano y cada vez me acerco más a entrar en tu interior con mi lengua. Me ayudo con mis manos y apartando los cachetes de tu culito, acceso más fácilmente a tu parada. Me deleito, me entretengo sin prisa en acariciar y besar tu culito... sin alejar mi lengua comienzo a usar uno de mis dedos para trazar círculos más pequeños y empezar a entrar en tu interior. Controlo tus reacciones y me animan a seguir al apreciar los gemidos que mis caricias generan en ti. 

No tardo en tener un dedo en tu interior que, moviéndolo lentamente, no tarda en convertirse en un ariete perfecto en tu culito. Saliendo y entrando muy despacio, comienzas a gemir de forma más intensa y comienzo a atrever un segundo dedito que sin resistencia alguna encuentra acomodo junto a su hermano y llena el vagón de placenteros gemidos que me incitan a girarte en la cama y buscar la que será la gran parada de un delicioso viaje.  

Abro tus piernas y me coloco entre ellas... Con pequeños besos recorro los últimos centímetros antes de entrar en la estación y cada parte de tus muslos es recorrido por mis labios, mi lengua y mis manos. Tu sexo ofrece una maravillosa escena ante mi y no dudo en acercarme a él. Tu olor me embriaga al acercar mi nariz y tu clítoris aparece jugueton al comenzar a besar tu pubis que apenas tiene una pequeña franja de pelo. 

Me pego a tu sexo, mi lengua recorre tus labios superiores para, ayudado con mis dedos, comenzar a entrar en tu interior. La humedad de tu coño recibe a mi lengua que ávida recoge cada gota que me regala. El principio de mi lengua entra en tu vagina y recorre tu cuerpo por dentro para salir y centrándose en tu clitoris, ser sustituida por dos de mis dedos.  Durante varios minutos mis dedos recorren lentamente tu interior y mi lengua sigue comiendo tu clítoris cada vez más excitado y grande. Busco alargar tu placer lo más posible hasta que decido que ha llegado la hora de que explotes y acelero la velocidad con la que mis dedos entran y salen de ti. 

Formo un pequeño ganchito con los dos dedos que te masturban y empiezo a frotar la parte superior de tu vagina generando que tus gemidos se escapen de tu boca sin control y que tus caderas se muevan con cada uno de mis movimientos dentro de ti. 

Empiezas a temblar más y más, tu mano agarra mi muñeca y sostengo mis dedos dentro de ti... los aprieto contra las paredes de tu vagina esperando tu explosión que ocurre en cuanto mi lengua vuelve a tocar tu clítoris y arranco de ti un delicioso orgasmo. 

Acercándome a tu cara y aún temblando, me susurras, "¿Me llevas a otra línea de metro?"

Seguiremos excitando... 

jueves, 21 de agosto de 2014

No llegamos a entrar...

Acordamos pasar por dos desconocidos y coger la línea 25, la que nos deja justo en la puerta de tu casa. Me sorprendió verte llegar con una corta minifalda azul y una vaporosa blusa transparente, en la que los dos botones superiores, deliberadamente abiertos, dejaban ver parte de tus generosos pechos ubicados en un sujetador de encaje negro que era el centro de cuanta mirada, masculina y femeninas se cruzaban en tu camino hacia mi asiento.

Tus gafas de sol escondían tus ojos y, probablemente, parte del miedo y vergüenza que sentías por todo lo que podría ocurrir a partir de ese momento, pero que estabas deseosa de experimentar y compartir conmigo.

Aparte la mochila que previamente había dejado en el asiento contiguo al mío para evitar que nadie se sentara y rauda tomaste posición de tu espacio junto a la ventana del autobús urbano en la última fila. Disimuladamente nos juntamos, sin tocarnos, solo sintiendo nuestros cuerpos y oyendo la respiración del otro haciendo desaparecer todo lo que nos rodeaba y quedando aislados del resto del mundo en pleno autobús.

Imaginaba lo que estaba ocurriendo bajo tu falda y bajo tus braguitas y mi mano no pudo sino rozar ligeramente tu rodilla desnuda. El suave tacto de mi piel no hizo sino poner en alerta todos mis sentidos y si mi polla estaba erecta desde que te vi con esa minifalda, ahora luchaba por liberarse desesperadamente de mis pantalones. Recorrí tu piel con la yema de mis dedos hasta llegar a los pliegues de tu falda… abriste las piernas danto tu aprobación a que continuase con mi progresivo ascenso dirigido sin duda alguna al interior de tus muslos, dispuesto a encontrar y enfrentar la tela de tus braguitas, dispuesto a retirar a un lado la tela que cubriría tu más preciado tesoro y entrar en tu calor más puro.

Mi ascenso, lento pero constante, se paró de golpe al llegar a tu humedad y no encontrar tela alguna. Nuestras miradas se cruzaron y aunque tus ojos estaban bajo los cristales oscuros de tus gafas, pude ver claramente la lucha desatada entre la vergüenza que sentías en ese momento y el morbo de tener mis dedos a las puertas de tu sexo húmedo, en un autobús, a la vista de cualquier persona que girase, por un momento, su cabeza hacía nosotros.

Con dos de mis dedos penetre fácilmente en tu sexo húmedo arrancando un pequeño suspiro de tu boca que se acercó a mi oído para decir entre susurros…”no me hagas sufrir más”; mis dedos trazaron uno, dos, tres, cuatro círculos en tu interior, lentamente, recorriendo cada centímetro de tu sexo hasta que decidí complacer tu petición y sacarlos con parsimonia de tu interior, haciéndolos resbalar por el interior de tus muslos, extendiendo tu humedad y disfrutando del olor que desprendía tu sexo.

Acerque mis dedos a mi cara y pude disfrutar de tu delicioso olor en primer plano y acercándome a tu oído te susurre: “qué lástima, se me han secado y tengo mucha sed”… Observe cómo tu mano, dirigida por algún tipo de resorte, se coló bajo tu minifalda alcanzando tu sexo para rápidamente ver cómo tu dedo se dirigía a mi boca, húmedo, brillante, oloroso… lo recibí gustoso, lamiendo con mi lengua cada una de sus falanges y succionando con mis labios hasta que una parada del autobús nos hizo percatarnos de que estábamos en nuestro destino, al tiempo de que nos dimos cuenta de cómo un grupo de adolescentes no nos quitaban el ojo de encima.

Iniciaste el camino hacia la puerta del bus y sin dudarlo seguí tus pasos. Tu falda y el saber que en unos minutos estaríamos totalmente unidos me hizo pegarme a tu culito mientras el autobús recorría los últimos metros antes de detenerse. Con un suave movimiento te inclinaste hacia delante haciendo que mi paquete quedase completamente unido a tu culo, deseando estar a solas contigo para, sin ropa, entrar dentro de él sin dudarlo. 

La apertura de las puertas supuso un chorro de aire fresco en nuestras caras y dar los primeros pasos hacia tu portal. Apenas unos metros que se hicieron eternos y más cuando con las llaves que habías sacado de tu pequeño bolsito no terminabas de acertar con el punto de la cerradura. Por fin entramos en la oscuridad del portal y los besos parecían querer arrancar nuestros labios de las bocas. Apenas podíamos andar pero nos las apañamos para llegar al ascensor y empezar la subida a tu piso. 

La intimidad del ascensor te permitió pasar a la acción y tus manos abrieron el botón de mi pantalón para poder entrar y alcanzar mi polla. Apreciaste mi excitación y la dureza de mi sexo y tu mano comenzó a recorrerlo arriba y abajo... paro el ascensor en tu piso, pero tu mano siguió dentro de mis pantalones, aun sabiendo que cualquier vecino podría entrar o llamar al ascensor y pillarnos, nunca mejor dicho, con tus manos en mi masa. 

Tardamos aún algún minuto en salir del ascensor y dirigirnos a tu puerta. Mi boca besaba tu cuello mientras te volvías a pelear con tu llavero y la puerta. Un pequeño mordisco en tu oreja provoco un escalofrío y que las llaves se cayesen al suelo haciendo imposible que pudieses abrir la puerta. Pegado a tu espalda, con los pantalones medio caídos, no pude resistirme y decidí subir tu falda y mojar mis dedos en tu sexo... te dejabas hacer, excitada respirabas agitadamente y las llaves ya te daban igual. 

Mis pantalones y mis calzoncillos bajaron hasta los tobillos liberando mi polla, mis dedos empezaron a llevar tu humedad de tu sexo a tu culo y la oscuridad del pasillo de la casa, sin ventanas, nos permitía sentirnos seguros. Mi dedo penetro fácilmente en tu ano, sin esfuerzo lo coloque dentro de ti y con pequeños círculos comencé amoldaba tu estrechez a mi dedo.

Incorporaste tu cuerpo facilitando que mi otra mano acariciara tu pecho y que nuestras bocas se besaran durante unos segundos.. "hazlo" me suplicaste y no pude resistirme. Saque mi dedo y apunte mi polla a tu sexo, presionando ligeramente sobre tu ano. Me ayudaste con tus manos abriendo los cachetes de tu culo. Las paredes rugosas de tu ano tardaron un poco en amoldarse al tamaño de mi sexo y los primeros centímetros entraron lentamente. Contenías la respiración a medida que te penetraba, llegando un punto en que quedamos totalmente pegados. Sin movernos, la sensación de estar unidos en la puerta de tu casa nos inundaba de morbo y placer... "muevete y correte por favor" fueron las palabras que rompieron mi quietud, iniciando un suave movimiento en el que ambos sentíamos como entraba y salía cada centímetro de tu interior y como cada penetración era más fácil y placentera que la anterior.

Con tu cara pegada en tu puerta y tus gemidos haciendo eco por todo el pasillo, no pudiste evitar llevar tu mano a tu clítoris y masturbarlo rápidamente a la vez que mi polla volaba dentro y fuera. El sudor brotaba entre nosotros y tu cuerpo no tardo en responder a tu masturbación y el orgasmo comenzó a invadir tu cuerpo. La tensión en tus músculos atrapo mi polla en tu interior haciendo que mi semen comenzará a brotar en tu interior con fuertes espasmos acompañados de múltiples gemidos retumbando en cada una de las puertas de tus vecinos.

Seguiremos excitando...