viernes, 14 de septiembre de 2012

La cala nudista

Vino y se fue, deliciosa y exquisita, un auténtico rabo de nube

Quisiste cumplir una de las promesas que nos hicimos en los primeros días de relación y decidiste hacerla aún más especial y para ello decidiste vendarme los ojos mientras conducías hacía el lugar que sabías desde un principio que sería especial.

Aparcaste el coche y me ayudaste a bajar del mismo notando rápidamente el olor del mar y suave romper del agua en calma con la costa. "Creo que ya sé dónde me has traído" comente con una sonrisa en mi cara, mientras tras hacerme avanzar unos pasos más comenzaste a quitar mi ropa.

"Esto te va a sobrar" dijiste sacando mi camiseta por encima de mi cabeza y "esto no lo vas a necesitar"fue tu frase tras desatar hábilmente el nudo de mi bañador que antes de caer hasta el suelo por mis piernas ya dejaba ver mi excitación.

Me diste un beso suave en mis labios y me sentaste en la arena caliente tras un largo dia de sol. Recorriste mi cara con nuevos besos suaves y delicados, lentamente hasta que dándome pequeños mordisquitos me susurraste "quitare esa venda". Sentí cómo te alejabas de mi y retire el tejido de mis ojos, recibiendo los rayos del sol en mi cara y apreciando el contorno y la silueta de tu cuerpo a contra luz. Tu figura esbelta y deliciosa comenzó a moverse de forma sensual dejando caer a la arena el pequeño pantalón, para poco después quitar la vaporosa camiseta de tirantes.

Te agachaste de nuevo sobre mi y en esta ocasión los besos fueron más largos, más húmedos y más descarados. Tus labios me besaban recorriendo mi boca con pasión y no dejando ni un centímetro de cuello sin besar. Te tumbaste sobre mi y volviste a susurrarme "estamos en una playa desierta, no puedo tener puesto el bikini..." por lo que "forzosamente" tuve que dirigir mis manos hacia el cierre de tu bikini y abrirlo para dejar libre tus pechos y tus deliciosos pezones.

Gire sobre mi para dejarte sobre tu espalda y comenzar a besarte el cuello sintiendo como tu respiración comenzaba a agitarse al ritmo que mis besos subían en intensidad. Mis labios bajaban por tu cuello hacia tu pecho, parando en tus pezones que respondieron rápidamente a mi lengua húmeda, creciendo en mi boca. La siguiente parada fue tu ombligo que besaba con cariño mientras mis manos ya se enredaban en las tiras del tanga de tu bikini para tirar de él hacía abajo y dejar al descubierto tu pubis con una fina tira de pelo. Abrí tus piernas con cuidado y sitúe mi cabeza entre ellas, abriendo con mi lengua tus labios y comenzando, con suaves lametones, a disfrutar del sabor del sexo que se presentaba ante mi.

Coloque uno de mis dedos en la entrada de tu vagina y poco a poco, sin dejar de lamer tu clítoris, lo introduje en un interior comenzando a sacarlo y meterlo, provocando tus primeros jadeos y que tus manos apretasen mi cabeza entre tus piernas, enredando mi pelo con tus dedos y dejando que las oleadas de placer que nacían en tu sexo llegasen a todo tu cuerpo.

Acelere tanto los lametones en tu clítoris como la velocidad con la que mi dedo te penetraba, la fuerza de tus manos en mi cabeza era cada vez mayor, claro síntoma de que tu orgasmo estaba más y más próximo, cercano a inundar mi boca y recorrer todo tu cuerpo. Tensaste tu cuerpo al tiempo que con mi lengua apretaba tu clítoris y mi dedo se quedaba quieto dentro de tu sexo haciendo fuerza y provocando tu orgasmo, intenso y largo, delicioso y húmedo, fuerte y salvaje, pasional y lujurioso.

Respirabas acelerada cuando repte por tu cuerpo hasta juntar mi cara a la tuya. Perdí mis dedos entre tu pelo y bese tu frente mientras abrías tus ojos y sonreías al verme. Bese tu cuello y te dije "te espero en el agua".

viernes, 29 de junio de 2012

El parque y la falda


Sentías girar los pliegues de tu falda vaquera mientras te movías al ritmo de la música y mientras cruzabas pícaras miradas con él. Tu mirada se cruzo con la suya desde que entraste en la discoteca rodeada de tus amigas y apenas se habían separado, ni cuando fuiste al baño, ni cuando paraste de bailar para tomar algo en la barra. 

Viste como abandono el circulo de sus amigos y se acerco a la pista y decidiste incrementar el ritmo y los movimientos de tus bailes. Sentiste su aliento detrás de ti y su suave voz diciendo en tu oido: ¿“bailamos”?

Te giraste y sin dudarlo pusiste tus manos tras el. Abriste tus palmas y acariciaste su culo disfrutando de su dureza y su cuerpo, acercándolo hacía ti, sin encontrar oposición. Puso sus manos a la altura de tu cintura y comenzó a danzar a tu ritmo, disfrutando, gracias a su altura, de tus generosos pechos.

Enlazasteis una canción con otra y vuestras manos no solo os unían sino que también recorrían vuestra piel generando las primeras sensaciones excitantes, y mientras notabas como crecía tu calor, apreciabas como su sexo comenzaba a estar más y más erecto. 

Decidió que era hora de terminar el baile y tomando tu mano comenzó a salir de la discoteca tirando gentilmente de ti. No dudaste un segundo y lo seguiste deseosa de poder besarlo y sentirlo mucho más cerca, excitada por lo improvisado de la situación y por todo lo acumulado durante las interminables canciones en las que caricias, lascivas y nada inocentes, habían sembrado el camino para todo lo que llegaría a continuación. 

Te llevo a un parque cercano y en cuanto abandonasteis la calle y el ruido de la ciudad quedo silenciado por los árboles, el primer beso no se hizo esperar y vuestros labios se juntaron pasionalmente. Las lenguas comenzaron su baile y sus manos no tardaron en colocarse bajo tu falda, acariciando tus nalgas despacio recorriendo cada palmo de piel, bajando hacia tus muslos y comenzando a recorrer tu sexo por encima de tus braguitas. 

Notabas como crecía la humedad en tu sexo y decidiste que era el momento de disfrutar del todo. Lo sentaste en un banco y te aclucillaste entre sus piernas. Te sorprendías a ti misma, pero no querías frenar ni por un momento. Abriste el botón de su pantalón y bajaste la cremallera, buscando su sexo con tu mano por debajo de sus calzoncillos. Su calor y su dureza te indicaron que estabas en el lugar adecuado, bajando sus pantalones y observando atenta lo que ibas a disfrutar. 

Lo masturbastes durante algunos minutos, alternando rápidos movimientos con suaves caricias, mientras comenzabas a repartir pequeños besos en su capullo sintiendo su sabor y de las primeras gotas de su semen que llegaban a tu lengua, al tiempo que comenzabas a provocar los primeros suspiros. 

Te alejaste unos metros de él y con la música aún en tu cabeza comenzaste a mover tu cuerpo lentamente al tiempo que comenzabas a insinuarte levantando tu faldita y comenzando a enseñar el principio de tu braguitas negras que escondían tu incontenible humedad. No tardaste en enredar tus dedos en los elásticos de tus braguitas y deslizarlas hacía abajo por tus piernas, para con un delicado movimiento de tu pie, sacarlas de tus piernas y dejarlas en el suelo, volviendo a dirigirte a tu recién conocido amante que sorprendido no había perdido un solo movimiento de tu cuerpo. 

No dudaste en abrir tus piernas y sentarte sobre sus piernas tras bajar sus pantalones hasta los tobillos. Con tus manos cogiste su sexo, duro y grande, húmedo por su semen y tu saliba, y comenzaste a masturbaste tu clítoris con su capullo. Abriste tus labios con él, y lo moviste sobre el clítoris comenzando a sentir un gran placer. Él acariciaba tu cuello, enredando sus manos entre tu pelo y bajando a tus deliciosos pechos, tentadores y apretados bajo la camiseta. Seguías jugando con su polla y la usabas para recorrer todo tu sexo, desde el clítoris hasta el comienzo de tu vagina; sin llegar a penetrarte con ella, la situabas en tu agujerito, estando cada vez más y más excitada y con mayores ganas de sentirla dentro de ti. 

Sus manos ya estaban bajo tu camiseta y pellizcaban tus pezones cada vez más duros y pensando que ya era hora de sentirte llena, comenzaste a sentarte sobre su polla dura. Notaste su sexo entrar en ti, bajaste lentamente sobre ella, disfrutando de cada centímetro que penetraba en tu cuerpo y disfrutando del calor de su polla que se juntaba con tu humedad. 

Con toda su polla dentro de ti, te quedaste quieta, lo besabas y él te contestaba. Estabas excitada por la situación y por un momento te viste desde fuera. Visualizaste la imagen que cualquiera que paseará por el parque se encontraría...dos personas en un banco, ella sentada sobre el con su falda levantada, él aprisionado por las piernas de ella echando la cabeza hacía atrás por el placer y la excitación, unas braguitas negras a un par de metros del banco y gemidos y suspiros que cada vez eran más elevados y nada disimulados. 

Perdiste la cuenta del tiempo que estuviste quieta, sin moverte, en unos minutos deliciosos en los que solo apretando los músculos de tu vagina sobre su polla generaban el mayor de los placeres. Comenzaste a moverte, a subir y bajar sobre su duro sexo mientras mordías sus orejas y devorabas su boca. Él también ayudaba abriendo los cachetes de tu culo y abriendo más y más tu sexo, mientras apoyaba un dedito en el comienzo de tu culito trazando pequeños círculos en tu ano y logrando que, poco a poco, ese dedo entrase dentro de ti. 

Tu excitación seguía subiendo y cada movimiento era un punto más de placer para tu cuerpo; un placer que arrancaba en tu sexo y en tu culo y que se lanzaba a todo tu cuerpo, reforzado por la situación, por el lugar en el que gemías con cada movimiento y por la proximidad de un orgasmo que deseabas fuese compartido y simultaneo. No tardaste mucho más en comenzar a explotar. Tu sexo dio la orden de estallar y tu orgasmo comenzó a recorrer cada rincón de tu cuerpo, incrementando el ritmo de tus movimientos sobre su polla que también explotó inundando tu sexo con su semen. Cada movimiento era una nueva oleada de placer y un nuevo gemido conjunto unido al ruido que llegaba desde tu sexo en el que se mezclaba tu orgasmo con su semen. 

Minutos después del orgasmo seguías unida a el, notando su sexo aun duro dentro de ti, mientras jugabas con su pelo y besabas sus labios, dispuesta a disfrutar aún más...

domingo, 8 de abril de 2012

Inesperada tarde de verano



No pude dejar de seguirte con la mirada mientras entrabas en el parque lamiendo un delicioso cucurucho con helado de chocolate. Me fije en tu camiseta de tirantes, ajustada y que dejaba poco a la imaginación y en tu pequeño pantalón vaquero, que permitía disfrutar de tus piernas formadas y musculosas, mientras tu culo se movían con cada paso que dabas, creando un movimiento hipnótico a los ojos de todos aquellos que te miraban. 

Decidí seguirte para disfrutar de tu cuerpo y vi como optabas por sentarte en el césped fresco a la sombra de un árbol, huyendo del fuerte sol que provocaba un calor sofocante allí donde golpeaba sin compasión. Sin perderte de vista me acerque a comprar un helado de limón, porque con cada mirada que te echaba mi calor se incrementaba. Lamías deliciosamente tu helado de chocolate del que cada vez quedaba menos, mientras me fijaba más y más en tu cuerpo. Tus pezones se marcaban en tu camiseta demostrando que no llevabas sujetador y tus pequeños vaqueros no hacían sino incrementar mi deseo por conocer de cerca tus intimidades y abrasarme con tu calor más intimo e intenso. 

Juntando todo mi valor decidí acercarme a ti, disfrutando de tus piernas a cada paso que daba, deseando estar a tu lado para acariciar esos pechos pequeños pero deliciosos y poder saborearlos con mi lengua al igual que hacía con mi helado de limón. Cuando llegue a ti comprobé que habías terminado mi helado y no pude sino ofrecerte parte del mío, argumentando que así disfrutarías del contraste entre el dulce chocolate y el acido limón. Con tu dedo índice cogiste un buen pedazo de helado y lo chupaste con pasión disfrutando de su frío en tu boca. Me arrodille a tu lado y ahora fue tu lengua la que directamente lamió de la bola de mi cucurucho. Una lamida intensa, en la que dejaste ver tu lengua completamente; manchaste tus labios al llevar el helado a tu boca y no deje pasar la oportunidad de limpiarte con mi lengua. Te has manchado, te dije, y sin darte tiempo a reaccionar, bese tus labios con pasión dejando que el helado cayese a nuestro lado. 

Dudaste por un momento en contestar mi beso, pero no tardaste en hacerlo. Me besaste con la misma pasión que yo lo hacía y con el deseo incrementado por el sofocante sol que apenas daba tregua aquel día. Sin apenas gente en el parque decidí ir un poco más allá y una de mis manos comenzó a acariciar uno de tus pechos. El pezón, erecto desde hace rato, respondió inmediatamente, engordando aún un poco más e incrementando su dureza. Quiero que mi lengua recorra cada centímetro de tu piel, te susurre al odio, al tiempo que apartaba tu pelo para poder besar tu cuello y provocar tus primeros suspiros de la tarde. 

Tu no perdiste el tiempo y mientras acariciaba tus pechos, tus manos se colocaron sobre mi bermuda para terminar de provocarme una erección con tus manos. Con unas simples caricias lograste tu objetivo al tiempo que encendías aún más el deseo entre ambos, porque yo ya no me conformaba con tu pecho y quise comprobar tu grado de humedad, bajando mi mano hasta tu entrepierna, acariciando lentamente cada poro de tu pecho y llegando al punto en el que tu calor y humedad traspasaba la tela de tu vaquero y empapaba mi mano a través de ella. 

Estuvimos varios minutos así, acariciándonos mutuamente y jugando el uno con el otro, con besos en nuestras bocas, en nuestros dedos, en el cuello del uno y del otro y con caricias nada disimuladas que no hacían sino incrementar nuestra excitación, incrementada por sabernos dos completos desconocidos que solo habíamos compartido un helado. Quiero más, dije de nuevo en tu oído y tomando tu mano te ayude a levantarte. Apoyados en el árbol seguimos besándonos durante un par de minutos más, repitiendo caricias muy placenteras y íntimas, hasta que decidimos buscar otro lugar para ir más allá. 

El cobertizo de los jardineros fue el mejor hallazgo de la tarde. La puerta abierta nos permitió estar a cubierto y aunque el calor era sofocante en su interior, no tuvimos ningún reparo en continuar nuestra sesión de besos y caricias. El botón de tu vaquero tardo poco tiempo en ser abierto y con un movimiento de tus caderas cayo hasta tus tobillos. Me aparte de ti para presenciar un espectáculo maravilloso. Tu piel desnuda, sin ropa interior, se mostró ante mi sin ningún pudor. Tu sexo, completamente depilado, brillaba ligeramente fruto del sudor que recorría todo tu cuerpo y de la humedad provocada por tu excitación. Con una mano abriste ligeramente tus labios invitándome a entrar en ellos, algo que hice sin demora introduciendo dos de mis dedos en él. Tu calor y tu humedad facilitaron la operación y agarrándote a mi cuello evitaste caer al suelo al levantar una de tus piernas para disfrutar aún más de mis caricias en tu interior. Mis dedos entraban y salían de ti, recorriendo tu sexo desde tu clítoris hasta el interior de tu vagina, mientras sin poder parar, mordía tus orejas desnudas y chupaba tu cuello, disfrutando del olor de tu pelo. Tus gemidos eran cada vez más evidentes y rápidos, demostrando tu excitación, incrementada cuando decidí introducir un dedo más en tu interior. 

En un momento dado, hice fuerza en tu interior con mis dedos, apretándolos contra la pared superior de tu vagina, mientras mi otra mano masturbaba tu clítoris con rapidez buscando una explosión que no tardó tiempo en producirse, provocando nuevos gemidos de placer y fuertes espasmos de tu cuerpo que se aferraba a mi cuello para no perder el equilibrio con cada oleada de un orgasmo deseado y potenciado por el calor de un verano muy caliente. 

Respiraste por unos minutos apoyada en la pared del cobertizo mientras mi deseo aumentaba en mi mirada a cada instante. Te acercaste a mi y dándome la vuelta me apoyaste contra la pared. Te agachaste delante de mi, poniéndote en cuclillas con tus piernas abiertas, mientras con tus manos bajabas mis bermudas dejando mi miembro, totalmente erecto, al aire. Un par de sacudidas de tu mano, llevando la piel de mi capullo hacía atrás, dejo el terreno preparado para que tu boca comenzará su trabajo. No dudaste ni un segundo y tu boca pronto se lleno con mi sexo erecto. Tus labios apretaban mi piel y tu lengua recorría toda mi erección. Pusiste tus manos en mi culo y comenzaste un delicioso mete y saca con tu boca. Placentero, muy profundo y húmedo, llenando mi sexo con tu saliva que se juntaba con mi propia humedad y caía por la comisura de tus labios, incapaces de contener tanta humedad. 

Aceleraste el ritmo de tus succiones, empezaste a llegar un poco más dentro de ti, y no tardaste en logre tu objetivo. Me hiciste explotar en tu boca, apretando contra ti mientras los temblores de mi orgasmo recorrían todo mi cuerpo y provocando que mis piernas apenas me pudieses sostener. Me vine en tu boca, que se desbordó sin remedio manchando tu camiseta con mi semen y tu saliva mientras caía de rodillas a tu lado, besándonos y compartiendo el fruto de nuestra pasión en aquella inesperada tarde de verano.