miércoles, 29 de diciembre de 2010

En tu habitación (Parte 1)

Relato erótico para todos aquellos y aquellas que se ven obligados a compartir habitación...

Tu padre se marcho refunfuñando a la cama. La sorpresa de llevar a tu chico a casa no le había hecho la menor gracia pero al final te habías salido con la tuya.

Y es que, tras tres meses de chats y llamadas más que calientes, no estabas dispuesta a dejar que tu chico pasará la noche en un hotel y menos con sin ti, pues tu padre no había querido ni oírte cuando le pediste permiso para pasar una noche fuera de casa. Así pues, decidiste tirar por la calle del medio y aprovechando que tu chico iba a pasar todo el fin de semana en tu ciudad, le invitaste a dormir en tu casa.

A pesar de la mala leche de tu padre desde que él entro en tu casa, habías sabido llevar la situación relativamente bien, aunque no sabías cómo pasaría lo que tendría que pasar por la noche. Estabas dispuesta a todo a pesar de tenerlo más que complicado, sobre todo porque la habitación en la que él iba a dormir estaba junto a la de tus padres, que por supuesto no pensaban cerrar la puerta, y tú compartías la habitación con tu hermana.

Te despediste de él con un casto beso cuando tu padre dio por finalizada la sesión nocturna de televisión y nerviosa te desnudaste en tu cuarto, quedando sólo con una pequeña camiseta de ropa interior, blanca y semitransparente en la que tus pechos y tus pezones se podían apreciar perfectamente, mientras que sólo un pequeño tanga rosa, con un minúsculo encaje, tapaba tu más precioso tesoro.

Pasaste de hablar con tu hermana…estando en plena edad del pavo, aquella noche era más un posible enemigo que una aliada en tu objetivo. Te tapaste con la sabana y comenzaste a buscar ideas sobre cómo ir a la habitación de tu chico sin hacer ruido, esperando a que el sueño se apoderase de todos los ocupantes de tu casa y poder cumplir todas las fantasías que habías acumulado desde hacía semanas. No te podías quitar de la cabeza las fotos que te había mandando, en más de una ocasión, con su pene totalmente erecto. No podías dejar de pensar en cómo sería tenerlo junto a ti, poder tocarlo y poder sentirlo dentro de ti.

Viendo que sería más que difícil poder estar con él, te rendiste a la evidencia y decidiste desahogar tu frustración tocándote a ti misma. Primero centraste tu atención en tu hermana. Su respiración, pausada y profunda, indicaba que ya estaba dormida, lo que te dio seguridad y confianza.

Solo te tapaba una ligera sábana por el típico calor del verano. Tu mano comenzó acariciando tus pezones. No fue difícil ponerlos duros y hacer que se notasen, más aún, a través de tu camiseta de tirantes. Con la palma de tus manos acariciabas ambos pechos a la vez. Lo hacías en pequeños círculos mientras en tu mente te imaginabas que esas manos eran las de tu amante. Te abrazaba por detrás y te acariciaba tus pechos con sus manos grandes y poderosas.

Notabas como tu vagina estaba más y más húmeda y tu olor a sexo comenzaba a llegar a tu nariz, inundando toda la habitación. Entre tu propio calor y el que hacía por ser verano, no fue difícil que comenzarás a sudar. Notabas como tanto tu camiseta como tu tanga se pegaban a tu cuerpo y a tu piel.

Tratabas de resistir unos instantes más, querías evitar tocarte tan rápido, pero tus ganas y tus ansias eran superiores a ti. Tu mano derecha comenzó a bajar desde tu pecho, recorrió despacio tu vientre, apoyada sólo en las yemas de los dedos, hasta que rozo la puntilla de tu tanguita. Dudaste si empezar por encima de la tela o comenzar rápidamente a masturbar tu clítoris.

Controlando tu ansiedad, decidiste tocarte primero por encima de tu tanga. Estaba empapado, tal y como esperabas. Palpaste tus labios, aún cerrados, y comenzaste a recorrerlos despacio; de arriba abajo y de abajo arriba, disfrutando de cada pasada que hacías con tus dedos.

Apartaste a un lado tu tanguita y tus dedos entraron en contacto con tu humedad. Sentiste una pequeña descarga eléctrica a medida que tus dedos abrían tus labios y buscaban la entrada de tu vagina. No fue difícil de encontrar y, mucho menos, entrar en ella. Rápidamente la conquistaste con dos de tus dedos que entraron a la primera, sin dificultad, resbalando gracias a tu abundante flujo que lubricaba tu sexo por completo.

Comenzabas a respirar de forma agitada y decidiste ponerte cómoda. Con un hábil movimiento, levantaste tu culo al tiempo que tus manos bajaban tu tanga. Con las piernas terminaste de quitarlo y tu pie, saliendo por debajo de la sábana, se encargo de dejarlo caer al suelo.

Colocaste un cojín debajo de tu cintura. Querías tener el culo elevado, sentir que lo tenías en el aire y volviste hacia tu vagina. Acariciaste tu pubis que con tanto esmero habías depilado la noche anterior. Estaba limpio, sin pelos, como el de una niña pequeña. No solías depilarlo, pero él te lo había pedido y tú estabas dispuesto a todo con tal de cumplir sus deseos y fantasías, porque solo querías entregarte a él.

Comenzabas a buscar tu clítoris mientras tu cabeza daba vueltas. Dudabas si ir a su cuarto y hacer realidad tus sueños a pesar de tener en la habitación de al lado a tus padres. Sabías que lo que podría ocurrir sería horroroso si tus padres os descubrían, pero el deseo era demasiado. Olvidaste tu clítoris y decidiste penetrarte nuevamente, dos dedos estarían bien para empezar cuando…

Seguiremos excitando...

sábado, 13 de noviembre de 2010

Tráiler on-line de Habitación en Roma de Julio Medem

Hace no mucho que descubrí la película de Julio Medem "Habitación en Roma". Por encima de su carga erótica (que la tiene), encontramos una preciosa y estrámbotica historia de dos desconocidas que coinciden en su última noche en la ciudad de Roma.

Argumento de Habitación en Roma

La historia nos llevará, por momentos, de la risa al llanto, de la sonrisa a la tristeza, de la ternura al más puro placer.

Poco a poco, ambas protagonistas abriran su mundo a la otra. Poco a poco irán ganando confianza y amistad y los temores se disiparán por unas horas, para volver con fuerza a medida de que el sol gana terreno a la noche y se alza poderoso en el cielo de la Ciudad Eterna.

Banda Sonora de Habitación en Roma. Loving Strangers de Russian Red

Russian Red es uno de los más preciosos descubrimientos musicales de los últimos años. La voz, sin igual y única, de Lourdes Hernández pone buena parte de la música de la película con su canción Loving Strangers.

Ver on-line corto de "Habitación en Roma"

Así pues, os dejo el corto de la película con la canción de Russian Red. Espero que lo disfrutéis.


Seguiremos excitando...



jueves, 4 de noviembre de 2010

Excitante jornada laboral

Te habías levantado excitada. Sentías sensaciones que hacía mucho tiempo que desconocías y que añorabas. Te limitaste a unas rápidas caricias en la ducha que lograron rebajar tu calentura matutina y tras elegir un conjunto de ropa interior cómodo y sencillo, te vestiste como siempre que ibas a la oficina.

Tras un primer cafe en la máquina con tus compañeros y empezar a ordenar el papeleo típico de cada día, no pudiste quitar la mente de él. Recorrdabas tus caricias solitarias de la noche anterior, pensando en cómo sería sentir su cuerpo sobre el tuyo, en como sería tener sus manos sobre tus pechos y su boca en tu clítoris, en el tacto de su pene entre tus dedos y en la fuerza de sus penetraciones en tu vagina.

Tu calor iba en aumento, sin pretenderlo, sin quererlo, sin poder evitarlo; irremediablemente tu vagina comenzó a mojar tu tanguita de forma abundante. Por si fuera poco sus primeros mensajes comenzaron a llegar a través del Facebook, convirtiendose en tu perdición y en una excitación más y más grande cada vez.

Sin poder resistir más, te levantaste de la mesa y rápidamente caminaste hacia el baño. Caminabas deprisa, no eras cápaz de resistir mucho más, cada paso te acercaba a tu objetivo, cada paso suponía un nuevo roce de tu tanguita con tu sexo ya empapado.

Entraste rápido y sin apenas mirar si había alguien, te encerraste en uno de los servicios. Cerraste la puerta y con un habil movimiento soltaste los botones de tus pantalones, permitiendo que el olor de tu excitación llegase a tu nariz; juntando tus piernas bajaste los pantalones que quedaron por debajo de tus rodillas.

Tu tanguita negro estaba pegado a tu vagina y el primer contacto de tu mano no hizo sino confirmar lo que ya sabías. Tu mano se poso sobre tu vientre y, rápidamente, comenzo a bajar por debajo del elástico. Tus dedos entraron en contacto con los labios ya hinchados y sin mucho miramiento, comenzaste a frotarte con el lateral de tu mano.

Poco aguantaste en esa posición y decidiste bajar del todo tanto tus pantalones como tu tanguita, para sentarte rápidamente en la taza y abrir tus piernas todo lo que pudiste.

Dos de tus dedos comenzaron a buscar tu clítoris entre tus labios y los primeros temblores fueron inmediados. Lo encontraste, pequeño y respingon. Comenzaste a trazar círculos a su alrededor, resistiendo tocarlo directamente. Cada nuevo circulo sobre tu clitoris era estas más cerca de un placer aún mayor, cada circulo te acercaba más y más a tu clitoris que iba en aumento, creciendo y estando más y mas gotdo.

Decidiste bajar a tu vagina. La tentación del clitoris era muy grande, pero tu cuerpo te pedía alog más fuerte, más duro y estabas dispuesto a darselo. Abriendo tus piernas lo máximo que podías, metiste dos de tus dedos, de golpe, hasta el fondo, sin compasión. Suspiraste al tiempo que sentías el placer de tus dedos dentro de tí. Decidida empezaste a meter y a sacar tus dedos. No te diste tregua y comenzaste a buen ritmo, con fuerza. Querías notarlos dentro de ti, disfrutando con cada entrada y salida y aumentando la velocidad a cada segundo.

Tu respiración era cada vez más agitada y luchabas con contener los gemidos y los suspiros que tus dedos te producian. Te levantaste y pegaste tu cara a la pared. Cargaste tu peso sobre tu pecho con las piernas abiertas. Notabas el frio de los azulejjos en tus pechos a través de la fina tela de tu blusa, y tu mano busco, de nuevo, tu vagina. Tus dedos volvieron a su lugar y sin problema recuperaron su ritmo.

Optaste por un tercer dedo y sentiste tu vagina llena, mientras con tu otra mano comenzaste a frotar tu clitoris. En esta ocasión, sin circulos, sin miramientos. Directamente. Tus dedos entraban y salían sin compasión, raudos y húmedos, resbalando entre los pliegues de tu piel, mientras la yema de tu dedo gordo apretaba una y otra vez tu clítoris.

Mordías tu lengua para no gemir, hasta que las olas de tu orgasmo comenzaron a surgir desde tu clitoris y tu vagina, inundando tu vientre y tu estomago primero, tu espalda después, invandiendo tu pecho y dominando tu cabeza mientras tus piernas eran objeto de mil temblores, estando a punto de perder el equilibrio.

Jadeante y sudada, te sentante de nuevo. Buscabas aire, aún jadeabas y tu corazon latía sin control. Olías tu mano, mientras satisfecha sentías palpitar tu clítoris que sobresalía entre los labios de tu vagina, mientras tus otros labios sonreían amplíamente.


Seguiremos excitando...


sábado, 2 de octubre de 2010

Más Comienzos

Nerviosa estiraste tu brazo para coger la copa que te ofrecía. Nunca habías tomado una y hoy sería la primera vez en muchas cosas.

Tu cuerpo temblaba cuando el frio de los hielos toco tus labios, sintiendo como a continuación el dulce sabor del ron bajaba, junto a la acidez del limón, por tu garganta tras inundar de nuevas sensaciones tu boca.

Él se sentó a tu lado, te miró curioso mientras los colores subían a tu cara al sentirte observada. Nerviosa optaste por refugiarte en tu copa y tomar un trago largo.

Sus dedos comenzaron a acariciar tu pelo, a perderse entre tus mechones, acariciando suavemente tu cabeza, al tiempo que acercaba la suya con el único objetivo de volver a conquistar tus labios y recorrer cada centímetro de tu boca y tu lengua.

No puso ninguna pega a la llegada de sus labios que rápidamente se acercaron a los tuyos, apenas unos centímetros separaban vuestros labios y las respiraciones se cruzaban a punto de dar comienzo a una intensa batalla donde nadie perdería y todos ganarían.

La humedad de las bocas se junto rápidamente y las lenguas de ambos se enzarzaban una y otra vez, sin pausa. Poco a poco las respiraciones se iban agitando y las manos comenzaron a acariciar diferentes partes del cuerpo. Él acariciaba la cabeza de ella, sus dedos recorrían su cuello jugueteando entre los mechones de su pelo, bajaban hasta el cuello que recorría con suaves y delicadas caricias, usando sólo la yema de los dedos.

Ella se dejaba llevar, mantenía sus ojos abiertos, intentando recordar cada momento en su memoria y sintiendo como su cuerpo se inundaba de sensaciones que nunca había sentido y que recorrían su cuerpo hechizándola y haciéndola desear cada vez más, al tiempo que los nervios la atenazaban y mientras se rendía a las sensaciones que cada beso la producían, dudaba sobre cómo colocarse, dónde poner sus manos o cuál sería el siguiente paso al que él la llevaría.

Seguiremos excitando...

lunes, 20 de septiembre de 2010

Comienzos

Apenas hacía una hora del primero y aunque nerviosa querías otro más. Lo habías esperado durante tanto tiempo que te había sabido a poco y sólo querías sentirlo una vez; sentirte especial, sentirte única, sentirte en una nube en la que un cosquilleo recorre todo tu cuerpo, desde tu boca, electrificando tu espalda y haciendo temblar tus piernas.

Sentada en el sofá miras a todas partes, no centras tu mirada en ningún sitio. Recorres los libros que tienes enfrente pero no te fijas en los títulos, oyes la música de la televisión pero no la escuchas, miras los cuadros de la habitación pero no observas detalle alguno.

Escuchas como de la cocina llega ruido de vasos que chocan entre sí, de hielos que caen sobre el cristal y de botellas que vienen y van. Hoy era el primer día en muchas cosas para ti y estabas a punto de probar una más sin saber hasta dónde te iban a llevar.

Ya no sabes dónde mirar, cómo ponerte, o qué hacer. Cada minuto, cada segundo se hace largo y no provoca más que ansiedad en ti. Tienes dudas, pero has decidido acallar tu cabeza. Quieres seguir a tu corazón, quieres hacer caso a tu cuerpo, quieres saciar la curiosidad y las dudas que durante tiempo has acumulado y te has decidido que será esta noche.

Cuando él sale de la cocina con las copas, sólo aciertas a oír, “¿dónde nos habíamos quedado?”


Seguiremos excitando...

jueves, 9 de septiembre de 2010

Tras una sesión de chat...

Porque 32 años no son nada...

Cierras la pantalla del ordenador y el salón se queda a oscuras tras desaparecer la gris luz de la pantalla del ordenador. Tus ojos brillan como hacía tiempo que no lo hacían y una mirada traviesa recorre tus ojos. Tu mente recuerda cada línea que aparecía en el Messenger de tu nuevo amigo, la excitación que cada línea provocó sigue presente en tu cuerpo. Un dedo curioso recorre tu entrepierna para comprobar la evidencia que esperabas...estas completamente húmeda.

Se mezclan en ti la excitación y la incredulidad. Nunca te había pasado algo así. Tu marido dormía en la habitación de al lado, tus hijas poco más allá, y un desconocido había logrado mojarte como hacía tiempo que no estabas.

Dudabas que hacer, el reloj ya pasaba de las dos de la mañana. Ir a la cama no era una opción, dudabas entre darte una ducha y aplacar tus calores o dar rienda suelta a tu mente. Tu cuerpo decidió por ti y con una mano comenzaste a recorrer tu cuello, apartando tu pelo a un lado y echando hacia atrás tu cuerpo, cerrando los ojos y deseando que fueran otras las manos que lo recorriesen.

Tus caricias hacían su efecto y cada vez sentías más calor al tiempo que sentías explotar tus pezones bajo tu camiseta de tirantes.

Sin poder resistirlo más abandonaste la silla del ordenador dirigiéndote al sofá, mientras tu camiseta y tu pareo negro caían al suelo. No lo dudaste y te subiste de rodillas, apoyando tu pecho en el respaldo y acariciando tus pezones con fuerza. Cada caricia te hacía desear otra, cada vez que rozabas tus pechos, deseabas comenzar a bajar tu mano hacia tu tanga.

Tras recorrer tu vientre y tu barriga, tus dedos llegaron al borde de tu prenda más intima. Recorriste tus labios por fuera, apreciaste tu excitación y los recorriste de arriba abajo. Suspirabas con cada roce y decidiste dar el paso final, dejando que tu mano entrase bajo el elástico.

Tus dedos se empaparon de forma inmediata y tu olor corrió rápido hasta tu nariz incrementando las ganas de masturbarte de forma intensa. No querías tocar aun tu clítoris y fuiste directamente a tu interior. Abriste más las piernas, hundiendo tus rodillas en el sofá y apoyando tu cabeza en el respaldo.

Uno de tus dedos comenzó a explorar tu interior, comenzando una tímida penetración facilitada por la intensa humedad que inundaba tu entrepierna. Cada pliegue de tu piel era recorrido por tu dedo, cada rincón de tu vagina era acariciado por tu dedo, cada centímetro de tu sexo era masturbado por tu dedo.

Bajaste tus bragas y decidiste atacar tu clítoris masturbándolo con las yemas de tus dedos. Sin llegar a presionarlo, tus dedos recorrían el contorno del clítoris. Tu otra mano agarraba uno de tus pechos y tu sudor comenzaba a caer sobre tu pecho pegado al sofá.

La primera caricia directa sobre el clítoris provocó un escalofrío sobre tu cuerpo. Una descarga eléctrica recorrió tu espalda y tus dedos aceleraron su ritmo haciendo crecer a tu clítoris. Cada momento y cada caricia era una nueva caricia que se sumaba a la anterior. Comenzabas a gemir a medida que tus dedos incrementaban su velocidad y tu cuerpo se tensaba a cada momento.

Temías despertar a tu familia con tus gemidos, seguías masturbando tu clítoris mientras imaginabas el cuerpo de tu amigo llegando por detrás. Con tu mano libre te acariciabas desde atrás, imaginando como sería sentir su polla poniéndose detrás de ti. En el momento que introducías uno de tus dedos, tu cuerpo estallaba obligándote a morder el sofá para contener tu gemido, mientras tus manos seguían con su trabajo.

Buscabas aire en cualquier parte, respirabas agitada y tus manos seguían donde estaban moviéndose lentamente y arrancando las últimas oleadas de placer, deliciosas e intensas. Tus piernas te aguantaban débilmente en el sofá. Acercaste tu mano a tu cara y respiraste gustosa tu olor, deleitándote con los temblores que el orgasmo aún provocaba en tu cuerpo.

Seguiremos excitando

sábado, 29 de mayo de 2010

Rápido e inesperado - Relato erótico para los/as que vuelven del trabajo

Entre silencioso en casa, cerré la puerta con mucho cuidado y me quite los zapatos para no hacer ruido. Sigiloso camine por el pasillo, recordando la posición exacta de cada uno de los muebles. Te vi al final, en nuestra habitación, con sólo de la lámpara del ordenador como luz.

Deje a un lado los zapatos y proseguí mi camino silencioso hasta llegar a ti por detrás, te observe y vi que estabas sin pantalones, mirabas embelesada una página sin percatarte de mi presencia, hasta que repentinamente gire la silla para dejarte frente a mí.

Tu grito inicial se convirtió rápidamente en una mirada cómplice y traviesa que se incremento a medida que me arrodillaba frente a ti para bajar tu tanga transparente que apenas dejaba nada a la imaginación.

Mis dedos se enrollaron en los elásticos del tanga y comencé a bajarlo hasta que quedo en tus tobillos. De rodillas abrí tus piernas y te acerque al borde de la cama para comenzar a recorrer con mi boca los labios de tu vagina.

Ayudado con una de mis manos, poco a poco fui abriendo los carnosos labios y mi lengua comienza a disfrutar de tu más íntimo sabor.

Uno de mis dedos se abre hueco dentro de ti y comienza a recorrer tu vagina por dentro, cada recoveco, cada pliegue de piel es acariciado por mi dedo, mientras mi lengua rodea tu clítoris que noto cada vez más duro.

Un segundo dedo acompaña al primero y entran y salen a la vez de tu vagina, haciendo fuerza en la parte superior, la que choca con el clítoris, provocando tus primeros gemidos y temblores.

Tus manos aprietan mi cabeza contra tu pubis, me entrego totalmente a saborear todo lo que me ofreces y mientras tus gemidos se incrementan mi lengua deja de rodear tu clítoris para apretarlo directamente y succionar con extrema delicadeza pero con firmeza y fuerza.

Un tercer dedo entra en tu interior y tardo poco en notar como tu cuerpo se tensa adelanto de tu orgasmo que no tarda en llegar acompañado de un gemido seco y ronco por tu parte.

Seguiremos excitando

martes, 26 de enero de 2010

Sugerencias para las parejas de Madrid - San Valentín - Hoteles

Apreciados lectores,

he aquí algunas sugerencias que os podrían interesar para vuestro San Valentín (o en cualquier otro momento).

Ideas de hoteles estupendos para disfrutar en pareja !!!

En breve, la continuación de los relatos, van en camino !!!

Seguiremos excitando...

jueves, 7 de enero de 2010

Mensajes que llevan al placer (parte I)

La cita era dentro de una hora, pero al salir de la ducha, envuelto en el albornoz la insistente luz naranja del MSN parpadeaba en la pantalla del ordenador. Tras accionar rápidamente el ratón, pude leer tu mensaje. “Pasa sin llamar. Te espero en mi cuarto”.

El trayecto hasta tu casa fue un constante pensar en tu sorpresa. Un constante ir y venir de ideas y maldades que habrías preparado para mí, pues en el escaso mes que habíamos compartido juntos, me habías sorprendido de forma constante con los más divertidos y extraños juegos en los más singulares lugares.

Llegue a la hora acordada. Llame al portero automático y en unos segundos escuche tu voz. “¿Si?”. “Abre, que soy yo”. Los cinco pisos en el ascensor se hicieron eternos. Cada número que aparecía en la pantalla era uno menos hacía el placer que me esperaba junto a tu cuerpo.

Tal y como esperaba encontré la puerta entornada. Una rendija por la que me colaba para disfrutar de tus besos y caricias, de tus manos y tu piel, de tus suspiros y de tus jadeos, en definitiva de cada poro de tu piel.

Una pequeña luz me recibió mi entrada en el hall de tu casa. Encontré el top que más me gustaba, aquel ajustado que resaltaba aun más tus espectaculares pechos, en el suelo junto a un sobre. Deje mi abrigo en la percha y me agache para coger tanto el top como el sobre.

Tu perfume impregnaba la tela del top y sin problemas embriago mi nariz, tal y como hacía siempre que quedábamos. El sobre contenía la siguiente nota: “Ha sido escuchar el timbre y un calor extremo se ha apoderado de mí…no creo que pueda llegar vestida a mi cuarto”.

Según entre en el pasillo, me di de bruces con tus zapatos de tacón, los que llevabas en nuestra primera cita y que fueron un suplicio para tus pies. Un poco más allá, pude ver tus vaqueros más ajustados y poco antes de entrar en el salón unas medias tiradas en el suelo. Cada prenda iba acompañada de su respectiva nota.

Con los zapatos: “no es que hoy me hagan daño, pero creo que me sobran en casa”

Con los pantalones: “no puedo llegar a donde quiero con ellos y comienzo a sentirme…”

Con tus medias: “…muy húmeda imaginando tu lengua entre mis muslos”.

Las luces del salón estaban apagadas y tan sólo cuatro velas marcaban mi camino. Tu sujetador y tus braguitas yacían junto a dos de ellas, mientras que las otras dos velas estaban junto a tu puerta con algo que no llegaba a ver.

El mensaje junto a tu ropa interior, verde y semitransparente, era más que elocuente: “espero que no tardes…como pensaba estoy empapada sólo de pensar en ti, en tu cuerpo y en sentirte dentro de mi”.

Sople la vela y me acerque junto a la puerta de tu habitación. Una caja vacía, un preservativo y un frasco de lubricante eran iluminados por la tenue luz que flotaba mientras se movía caprichosa en todas direcciones.

La caja era de un consolador. Reconocí el modelo inmediatamente. Días atrás habíamos bromeado con la posibilidad de comprarte uno y parecía que te habías decidido sin decirme nada. El bote de lubricante estaba abierto y el preservativo era de los que usaba habitualmente. La última nota decía lo siguiente: “Lo siento cariño, he decidido empezar sin ti. No podía aguantar más, el calor recorría mi cuerpo, la humedad se acumulaba en mi entrepierna y necesitaba algo más que mis dedos para disfrutar…espero que llegues a tiempo…pasa sin llamar”

Una sonrisa picarona se dibujaba en mi rostro mientras rápidamente me desvestía y abría el preservativo para mi más que erecto miembro. Agarre el picaporte y ansioso por descubrirte, comencé a abrir la puerta para encontrarte como siempre había
soñado…
Seguiremos excitando...