jueves, 3 de marzo de 2011

Una noche vibrante

Por petición muy especial...

Aunque estuve en tu casa, no iba a recogerte como era habitual. Deje un paquete para ti en la portería y según salía de tu portal, te mande un mensaje, “tienes algo en la portería para esta noche. Pasaré por el bar en un rato y me presentas a tus amigas”.

La verdad que aún no sabía cómo me habías convencido, pero querías presentarme a tus amigas y que pasáramos una tarde con ellas. Lo cierto, es que no tenía muchas ganas de hacerlo, pero si accedías a mi juego, al menos, nos divertiríamos un rato antes de retirarnos a tu cama o a la mía y dejarnos inundar por el placer más salvaje.

Bajaste a por tu paquete. Estaba envuelto en papel morado, con un lazo rojo y un sobre amarillo sujeto por el lazo con tu nombre escrito en él. Nerviosa y extrañada, regresaste a tu piso, abriendo el sobre directamente en el ascensor: “Hola preciosa, espero que estés juguetona, que quieras divertirte esta noche y dejarte llevar…póntela dentro de ti y sabrás de mi llegada al bar. Muchos y húmedos besitos”.

Apenas cerraste la puerta, quitaste el lazo de la caja y la abriste. Envuelto entre algodones encontraste una pequeña bala vibradora, pero no fuiste capaz de ponerla en marcha. No había botón alguno ni nada. Solo pudiste abrirla para ver el espacio reservado para las pilas.

Intrigada volviste al baño para terminar de arreglaste. Comprobaste que no quedaba ni un solo pelo ni en tus piernas ni en tu pubis. Lo habías depilado por completo. Decidiste aceptar el juego y antes de colocarte tu conjunto de ropa interior, verde aceituna con transparencias, decidiste meterte la bala.

Comenzaste a masturbar tu clítoris con el objetivo de humedecer tu vagina. No tardaste en lograr tu objetivo y tras varios minutos pasando tus dedos arriba y debajo de tus labios, comenzaste a notar la humedad dentro de ti…miraste el móvil y viste que ibas bien de tiempo, por lo que optaste por seguir masturbando tu clítoris antes de introducir la bala. Subiste un pie a la taza del baño, separando tus piernas para facilitar el acceso a tu vagina. Tus dedos se colocaron rápidamente dentro de ella y comenzaste un suave mete saca con dos de ellos. Empezaste lentamente, disfrutando de cómo cada falange de tus dedos recorría el contorno de tu vagina, metiendo los dedos por completo, para deleite de tu vista; con tu otra mano, te apoyabas en la pared para mantener el equilibrio.

Poco a poco, a medida que tu respiración se agitaba y tu pulso se aceleraba, decidiste aumentar el ritmo con el que entrabas y sacabas los dedos de tu interior. Poco a poco, notabas como se acercaba tu clímax y justo en el último momento sacaste tus dedos para apretar tu clítoris y explotar en un orgasmo corto, pero intenso, rápido, pero delicioso, buscado y deseado.

Te sentaste en la taza, pasando aún tus dedos por tu vagina y pensando en qué sería lo que te esperaba cuando estuvieses con tus amigas.

Te recuperaste y secaste tu vagina con una toalla para, a continuación, abrir tus labios y colocar tu bala dentro de ti. Un pequeño hilito, para poder sacarla, colgaba fuera de ti y no pudiste dejar de esbozar una pequeña sonrisa cuando retocabas tu coleta en el espejo.

Terminaste de vestirte y saliste hacía donde habías quedado con tus amigas.

Besos y saludos varios y en unos minutos estabais camino de una discoteca. Poco después, ya sin abrigos y con vuestras mejores ropas, bailabas en el medio de la pista despreocupada por todo. Notabas la bala dentro de ti, quieta, sin moverse, un pequeño objeto entre el calor de tu vagina que no había cesado desde que subiste del portal.

Una camiseta azul de tirantes, dejaba entrever tus pechos sin mayor problema, mientras que una falda negra mostraba buena parte de tus piernas, enfundadas en unas medias también negras, hasta llegar a tus pies donde unas pequeñas botas se movían al ritmo de la música.

Habría pasado más de media hora bailando y no tenías noticias de mi. Habías mirado a un lado y a otro sin suerte, habías bebido una copa y habías recorrido el camino hasta el baño en una ocasión para asegurarte que todo estaba en su sitio pero aún no tenías constancia de mi presencia.

Cuando volviste del baño, empezaste a sentir como la bala comenzaba a vibrar dentro de ti. Un suave movimiento que apenas duro unos segundos, pero que despertó y agudizo todos los sentidos. Miraste en todas las direcciones pero la oscuridad de la discoteca y las luces de colores no fuiste capaz de localizarme. Sabías que estaba cerca y tu mente empezó a trabajar a la par que la bala.

Una nueva vibración y un nuevo sobresalto en tu interior. Una de tus amigas te comentaba algo de un grupo de chicos cercano, pero tú apenas la escuchabas. “¿Pero qué te pasa? ¿Estás buscando a tu chico? Espero que no te de plantón”. Asentiste sin mucho convencimiento y decidiste seguir bailando. “Déjate llevar” decía mi nota y pude comprobar que estabas dispuesta a hacerlo.

Notaste como la vibración iba en aumento; progresivamente incrementaba la velocidad y podía comprobar, en la distancia, como la expresión de tu cara trataba de contener la excitación que empezabas a sentir.

El pequeño mando que sostenía con mi mano me permitía controlar tu excitación a distancia y disfrutar de tus gestos. Oculto tras una columna disfrutaba viendo como querías llevar tus manos a tu faldita y buscar un placer aún mayor masturbando tu clítoris y jugando con tus labios.

La máxima velocidad de la bala provocaba que tus caderas se movieran de forma intensa, haciendo de tu baile una especie de trance.

Decidí que era hora de presentarme a tus amigas. Di la vuelta a la pista de baile y me sitúe a tu espalda sin reducir la velocidad de la bala. Me acerque a tu cuello y te susurre al oído: “qué ritmo llevas. Es maravilloso verte bailar”. Giraste rápidamente la cabeza y no tardaste en besarme y comerme la boca a pesar de estar tus amigas delante. Un beso delicioso, largo, intenso, deseando tenerme en ti y gemir junto a mí.

Te costaba hablar cuando me presentabas a tus amigas. La bala no cesaba su cometido y generaba olas de placer en tu interior. Cuando acabaste la presentación, decidí apagar el aparato y besarte nuevamente para susurrar en tu oído: “creo que se han acabado las pilas, tengo más en casa, ¿vamos a buscarlas?”. No tardaste en recoger tu abrigo y seguirme fuera de la discoteca.


Seguiremos excitando...

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