jueves, 21 de agosto de 2014

No llegamos a entrar...

Acordamos pasar por dos desconocidos y coger la línea 25, la que nos deja justo en la puerta de tu casa. Me sorprendió verte llegar con una corta minifalda azul y una vaporosa blusa transparente, en la que los dos botones superiores, deliberadamente abiertos, dejaban ver parte de tus generosos pechos ubicados en un sujetador de encaje negro que era el centro de cuanta mirada, masculina y femeninas se cruzaban en tu camino hacia mi asiento.

Tus gafas de sol escondían tus ojos y, probablemente, parte del miedo y vergüenza que sentías por todo lo que podría ocurrir a partir de ese momento, pero que estabas deseosa de experimentar y compartir conmigo.

Aparte la mochila que previamente había dejado en el asiento contiguo al mío para evitar que nadie se sentara y rauda tomaste posición de tu espacio junto a la ventana del autobús urbano en la última fila. Disimuladamente nos juntamos, sin tocarnos, solo sintiendo nuestros cuerpos y oyendo la respiración del otro haciendo desaparecer todo lo que nos rodeaba y quedando aislados del resto del mundo en pleno autobús.

Imaginaba lo que estaba ocurriendo bajo tu falda y bajo tus braguitas y mi mano no pudo sino rozar ligeramente tu rodilla desnuda. El suave tacto de mi piel no hizo sino poner en alerta todos mis sentidos y si mi polla estaba erecta desde que te vi con esa minifalda, ahora luchaba por liberarse desesperadamente de mis pantalones. Recorrí tu piel con la yema de mis dedos hasta llegar a los pliegues de tu falda… abriste las piernas danto tu aprobación a que continuase con mi progresivo ascenso dirigido sin duda alguna al interior de tus muslos, dispuesto a encontrar y enfrentar la tela de tus braguitas, dispuesto a retirar a un lado la tela que cubriría tu más preciado tesoro y entrar en tu calor más puro.

Mi ascenso, lento pero constante, se paró de golpe al llegar a tu humedad y no encontrar tela alguna. Nuestras miradas se cruzaron y aunque tus ojos estaban bajo los cristales oscuros de tus gafas, pude ver claramente la lucha desatada entre la vergüenza que sentías en ese momento y el morbo de tener mis dedos a las puertas de tu sexo húmedo, en un autobús, a la vista de cualquier persona que girase, por un momento, su cabeza hacía nosotros.

Con dos de mis dedos penetre fácilmente en tu sexo húmedo arrancando un pequeño suspiro de tu boca que se acercó a mi oído para decir entre susurros…”no me hagas sufrir más”; mis dedos trazaron uno, dos, tres, cuatro círculos en tu interior, lentamente, recorriendo cada centímetro de tu sexo hasta que decidí complacer tu petición y sacarlos con parsimonia de tu interior, haciéndolos resbalar por el interior de tus muslos, extendiendo tu humedad y disfrutando del olor que desprendía tu sexo.

Acerque mis dedos a mi cara y pude disfrutar de tu delicioso olor en primer plano y acercándome a tu oído te susurre: “qué lástima, se me han secado y tengo mucha sed”… Observe cómo tu mano, dirigida por algún tipo de resorte, se coló bajo tu minifalda alcanzando tu sexo para rápidamente ver cómo tu dedo se dirigía a mi boca, húmedo, brillante, oloroso… lo recibí gustoso, lamiendo con mi lengua cada una de sus falanges y succionando con mis labios hasta que una parada del autobús nos hizo percatarnos de que estábamos en nuestro destino, al tiempo de que nos dimos cuenta de cómo un grupo de adolescentes no nos quitaban el ojo de encima.

Iniciaste el camino hacia la puerta del bus y sin dudarlo seguí tus pasos. Tu falda y el saber que en unos minutos estaríamos totalmente unidos me hizo pegarme a tu culito mientras el autobús recorría los últimos metros antes de detenerse. Con un suave movimiento te inclinaste hacia delante haciendo que mi paquete quedase completamente unido a tu culo, deseando estar a solas contigo para, sin ropa, entrar dentro de él sin dudarlo. 

La apertura de las puertas supuso un chorro de aire fresco en nuestras caras y dar los primeros pasos hacia tu portal. Apenas unos metros que se hicieron eternos y más cuando con las llaves que habías sacado de tu pequeño bolsito no terminabas de acertar con el punto de la cerradura. Por fin entramos en la oscuridad del portal y los besos parecían querer arrancar nuestros labios de las bocas. Apenas podíamos andar pero nos las apañamos para llegar al ascensor y empezar la subida a tu piso. 

La intimidad del ascensor te permitió pasar a la acción y tus manos abrieron el botón de mi pantalón para poder entrar y alcanzar mi polla. Apreciaste mi excitación y la dureza de mi sexo y tu mano comenzó a recorrerlo arriba y abajo... paro el ascensor en tu piso, pero tu mano siguió dentro de mis pantalones, aun sabiendo que cualquier vecino podría entrar o llamar al ascensor y pillarnos, nunca mejor dicho, con tus manos en mi masa. 

Tardamos aún algún minuto en salir del ascensor y dirigirnos a tu puerta. Mi boca besaba tu cuello mientras te volvías a pelear con tu llavero y la puerta. Un pequeño mordisco en tu oreja provoco un escalofrío y que las llaves se cayesen al suelo haciendo imposible que pudieses abrir la puerta. Pegado a tu espalda, con los pantalones medio caídos, no pude resistirme y decidí subir tu falda y mojar mis dedos en tu sexo... te dejabas hacer, excitada respirabas agitadamente y las llaves ya te daban igual. 

Mis pantalones y mis calzoncillos bajaron hasta los tobillos liberando mi polla, mis dedos empezaron a llevar tu humedad de tu sexo a tu culo y la oscuridad del pasillo de la casa, sin ventanas, nos permitía sentirnos seguros. Mi dedo penetro fácilmente en tu ano, sin esfuerzo lo coloque dentro de ti y con pequeños círculos comencé amoldaba tu estrechez a mi dedo.

Incorporaste tu cuerpo facilitando que mi otra mano acariciara tu pecho y que nuestras bocas se besaran durante unos segundos.. "hazlo" me suplicaste y no pude resistirme. Saque mi dedo y apunte mi polla a tu sexo, presionando ligeramente sobre tu ano. Me ayudaste con tus manos abriendo los cachetes de tu culo. Las paredes rugosas de tu ano tardaron un poco en amoldarse al tamaño de mi sexo y los primeros centímetros entraron lentamente. Contenías la respiración a medida que te penetraba, llegando un punto en que quedamos totalmente pegados. Sin movernos, la sensación de estar unidos en la puerta de tu casa nos inundaba de morbo y placer... "muevete y correte por favor" fueron las palabras que rompieron mi quietud, iniciando un suave movimiento en el que ambos sentíamos como entraba y salía cada centímetro de tu interior y como cada penetración era más fácil y placentera que la anterior.

Con tu cara pegada en tu puerta y tus gemidos haciendo eco por todo el pasillo, no pudiste evitar llevar tu mano a tu clítoris y masturbarlo rápidamente a la vez que mi polla volaba dentro y fuera. El sudor brotaba entre nosotros y tu cuerpo no tardo en responder a tu masturbación y el orgasmo comenzó a invadir tu cuerpo. La tensión en tus músculos atrapo mi polla en tu interior haciendo que mi semen comenzará a brotar en tu interior con fuertes espasmos acompañados de múltiples gemidos retumbando en cada una de las puertas de tus vecinos.

Seguiremos excitando...