jueves, 19 de mayo de 2011

Tu coche

Saliste de trabajar y ya estabas excitada. Notabas como tus braguitas negras se mojaban a cada paso que dabas en dirección a tu coche, desde la salida del cine en el que habías pasado las últimas ocho horas. Mi casa estaba muy cerca y ya tenías ganas de recogerme. Habían sido varias semanas de calientes charlas y furtivos y salvajes orgasmos conseguidos tras infinitas líneas de pasión y sexo puro.

Arrancando el coche recordabas las muchas tardes en las que te dejaste llevar por la excitación; ya fuese con tus manos o con tu consolador, atravesabas una etapa de una tremenda excitación y cada situación era una excusa para tocarte y correrte sin apenas esfuerzo. No pudiste evitar, mientras esperabas que un semáforo se pusiera en verde, tocar tu entrepierna y verificar lo que ya sabías. Tu sexo está caliente y húmedo, deseoso de ser tocado y chupado.

Pocas calles después llegaste a tu destino y no tardaste en localizar al que sería tu pasajero. Sin apenas cruzar una palabra, un par de besos en la mejilla dan paso, tras un cruce de miradas, a un pico húmedo y cálido que desencadena una tormenta de besos y caricias que recorren tu cuello y el suyo, manos que se pierden entre tu cabello y en su pecho, manos que bajan por tu cuerpo y acarician tus tetas y buscan tu entrepierna caliente y chorreante, mientras que tus dedos también buscan su sexo, erecto y hermoso.

Un segundo de lucidez te permite separarte y mirar a tu alrededor. Te ves junto a varias casas, a la vista de todo el mundo y decides arrancar el coche para ir al habitual lugar donde las parejas dan rienda suelta a su pasión en los coches. Apenas habláis durante el trayecto. Su mano no se separa de tus piernas, las recorre arriba y abajo y en los semáforos las caricias pasan a ser algo más y su mano aprieta tu coñito sobre tus vaqueros y, hábilmente, te baja la pequeña cremallera para poder introducir sus dedos y tocar tu coñito directamente sobre tus braguitas.

Aparcas el coche apartado de los otros que comparten el aparcamiento del estadio y los labios vuelven a juntarse. Susurras...vámonos al asiento de atrás, tendremos más espacio.

Pequeños besos se producen entre los labios de los dos. Besos pequeños, suaves, ligeros piquitos que os acercan el uno al otro mientras miráis distraídamente a otros coches intentando ver si os miran o si es posible espiar, furtivamente, a otras parejas que cerca comparten el mismo calor, la misma pasión, el mismo deseo, las mismas incomodidades del coche...

Sus besos pasan a tus orejas y a tu cuello, donde notas como su lengua recorre cada centímetro de piel. Su nariz se impregna de tu perfume y su boca besa tus orejas, notando como sus dientes dan pequeños y delicados mordisquitos en los lóbulos de tus orejas. Vuelve a tus labios y ya no son besos suaves y pequeños picos, pues devora tus labios con pasión, mientras sus manos se pierden en tu pelo y rodean tu cuello y las tuyas comienzan a meterse bajo su camiseta sin ceder terreno a los labios que te comen a besos.

Su mano se sitúa descaradamente sobre tu vagina, con su palma acaricia tu entrepierna y tu vaquero no es capaz de contener la humedad que desprendes: "creo que estás muy mojada", susurra en tu oído.

Su mano deja tu vagina momentáneamente y se introduce bajo tu blusa. El calor de tu estomago la recibe mientras sube para encontrarse con tu sujetador. Sobre la tela busca tus pezones, ya duros y erectos, los acaricia y los pellizca, mientras abre todos los botones de tu blusa para poder disfrutar de ellos cómodamente.

Tu sujetador no tarda en abrirse y en caer sobre tu cuerpo. “Ponte sobre mí”, escuchas en tu oído y no tardas en cumplir sus deseos. Te sientas a horcajadas en sus rodillas, y notas tu pecho desnudo y tu entrepierna ardiendo, mientras su boca se coloca sobre tus pezones. Sujetas su cabeza y enredas tus dedos entre su pelo para notar como uno de tus pezones entra en su boca, lo recorre con su lengua, lo aprieta suavemente con sus labios y tira de él, rozándolo con sus dientes. Con su lengua recorre tu canalillo, despacio, lentamente, saboreando cada centímetro de piel para alcanzar tu otro pezón y comenzar con el mismo ritual. Sus manos buscan tu cinturón y, momentáneamente, os separáis para quitaros todo aquello que os sobra.

Vas directa a su polla y decides lamerla de arriba y abajo, una y otra vez, parando cada rato en la puntita para provocar que los temblores se multipliquen por toda su espalda. Él hecha la cabeza hacía atrás y te deja hacer mientras pierde una de sus manos entre tus pelos sin llegar a apretar tu cabeza contra su pene duro y erecto. La otra mano recorre tu espalda y acaricia tu culo, buscando, desde atrás, tus braguitas mojadas. Agradeciendo su intención, levantas tu pierna y te colocas para que su mano pueda comenzar a jugar con tu vagina tras apartar tus bragas a un lado.

Sus dedos consiguen el efecto deseado y agarrándote a su cuello y tras un húmero beso, le susurras al oído, “fóllame”.

Decidida te subes a horcajadas decidida a cabalgar sobre su sexo, bajando poco a poco sobre su erección. Te mueves despacio, disfrutando de cada centímetro que entra y sale de ti. Te quedas quieta, con su polla totalmente dentro de ti y mirando a sus ojos. Ninguno de los dos os movéis y volvéis a comeros la boca con pasionales besos que luchan por provocar el mayor de los placeres. Su boca busca tus pechos y vuelven a besar y a lamer tus pezones mientras vuelves a moverte sobre él. Los gemidos de ambos se incrementan a medida que la penetración se vuelve más y más rápida. Tus manos comienzan a jugar en tu clítoris y tu excitación sigue en aumento hasta que gimiendo y apretando su cabeza contra tu pecho, te corres respirando agitada y cayendo sobre él, buscando un aire que no encuentras. Escuchas en tu oído “respira que aún te queda otra ronda”.

Te tumbas bocarriba en el asiento y te apoyas en la esquina del asiento, saltando por el contacto del frio vidrio con tu caliente piel. Te pones tu blusa sin abrochar los botones y dejando parte de tus pechos al aire. Él se adapta al sitio que hay y recorre con su boca tus piernas y tus muslos, besa y lame tu piel hasta llegar a tu vagina, húmeda y caliente. Con sus manos abre tus labios y su lengua comienza a buscar tu clítoris. Lame primero la parte de arriba de tu sexo, saborea su sabor salado y dos de sus dedos entran en tu sexo para comenzar varios movimientos en círculos dentro de ti, al tiempo que comienza un mete y saca que te provocan nuevos gemidos.

Al tiempo que comienza a pasar su lengua sobre tu clítoris, los dedos que te masturban por dentro hacen un gancho dentro de ti. De esa manera, mientras tu clítoris es lamido por su lengua, sus dedos masturban tu zona más sensible dentro de ti. Mueve sus dedos arriba y abajo, cada vez más rápido y con tu pelvis acompañas sus movimientos. Tu respiración se agita y sujetas su cabeza para que no deje de comerte en ningún momento, hasta que le pides que te vuelva a penetrar.

Te tumbas en el asiento y con su mano dirige su polla a tu sexo. Te penetra de una sola vez, tu humedad facilita el trabajo y tu sexo vuelve a estar lleno. Rodea tu cabeza con sus brazos y vuestros pechos se juntan al igual que los labios. El clásico misionero se traduce en constantes embestidas que son acompañadas por tus gemidos. Cada vez más rápido, cada vez más elevados, hasta que, entre temblores, se corre en tu interior compartiendo los espasmos que vienen de tu coño y su polla.

Seguiremos excitando...