miércoles, 29 de diciembre de 2010

En tu habitación (Parte 1)

Relato erótico para todos aquellos y aquellas que se ven obligados a compartir habitación...

Tu padre se marcho refunfuñando a la cama. La sorpresa de llevar a tu chico a casa no le había hecho la menor gracia pero al final te habías salido con la tuya.

Y es que, tras tres meses de chats y llamadas más que calientes, no estabas dispuesta a dejar que tu chico pasará la noche en un hotel y menos con sin ti, pues tu padre no había querido ni oírte cuando le pediste permiso para pasar una noche fuera de casa. Así pues, decidiste tirar por la calle del medio y aprovechando que tu chico iba a pasar todo el fin de semana en tu ciudad, le invitaste a dormir en tu casa.

A pesar de la mala leche de tu padre desde que él entro en tu casa, habías sabido llevar la situación relativamente bien, aunque no sabías cómo pasaría lo que tendría que pasar por la noche. Estabas dispuesta a todo a pesar de tenerlo más que complicado, sobre todo porque la habitación en la que él iba a dormir estaba junto a la de tus padres, que por supuesto no pensaban cerrar la puerta, y tú compartías la habitación con tu hermana.

Te despediste de él con un casto beso cuando tu padre dio por finalizada la sesión nocturna de televisión y nerviosa te desnudaste en tu cuarto, quedando sólo con una pequeña camiseta de ropa interior, blanca y semitransparente en la que tus pechos y tus pezones se podían apreciar perfectamente, mientras que sólo un pequeño tanga rosa, con un minúsculo encaje, tapaba tu más precioso tesoro.

Pasaste de hablar con tu hermana…estando en plena edad del pavo, aquella noche era más un posible enemigo que una aliada en tu objetivo. Te tapaste con la sabana y comenzaste a buscar ideas sobre cómo ir a la habitación de tu chico sin hacer ruido, esperando a que el sueño se apoderase de todos los ocupantes de tu casa y poder cumplir todas las fantasías que habías acumulado desde hacía semanas. No te podías quitar de la cabeza las fotos que te había mandando, en más de una ocasión, con su pene totalmente erecto. No podías dejar de pensar en cómo sería tenerlo junto a ti, poder tocarlo y poder sentirlo dentro de ti.

Viendo que sería más que difícil poder estar con él, te rendiste a la evidencia y decidiste desahogar tu frustración tocándote a ti misma. Primero centraste tu atención en tu hermana. Su respiración, pausada y profunda, indicaba que ya estaba dormida, lo que te dio seguridad y confianza.

Solo te tapaba una ligera sábana por el típico calor del verano. Tu mano comenzó acariciando tus pezones. No fue difícil ponerlos duros y hacer que se notasen, más aún, a través de tu camiseta de tirantes. Con la palma de tus manos acariciabas ambos pechos a la vez. Lo hacías en pequeños círculos mientras en tu mente te imaginabas que esas manos eran las de tu amante. Te abrazaba por detrás y te acariciaba tus pechos con sus manos grandes y poderosas.

Notabas como tu vagina estaba más y más húmeda y tu olor a sexo comenzaba a llegar a tu nariz, inundando toda la habitación. Entre tu propio calor y el que hacía por ser verano, no fue difícil que comenzarás a sudar. Notabas como tanto tu camiseta como tu tanga se pegaban a tu cuerpo y a tu piel.

Tratabas de resistir unos instantes más, querías evitar tocarte tan rápido, pero tus ganas y tus ansias eran superiores a ti. Tu mano derecha comenzó a bajar desde tu pecho, recorrió despacio tu vientre, apoyada sólo en las yemas de los dedos, hasta que rozo la puntilla de tu tanguita. Dudaste si empezar por encima de la tela o comenzar rápidamente a masturbar tu clítoris.

Controlando tu ansiedad, decidiste tocarte primero por encima de tu tanga. Estaba empapado, tal y como esperabas. Palpaste tus labios, aún cerrados, y comenzaste a recorrerlos despacio; de arriba abajo y de abajo arriba, disfrutando de cada pasada que hacías con tus dedos.

Apartaste a un lado tu tanguita y tus dedos entraron en contacto con tu humedad. Sentiste una pequeña descarga eléctrica a medida que tus dedos abrían tus labios y buscaban la entrada de tu vagina. No fue difícil de encontrar y, mucho menos, entrar en ella. Rápidamente la conquistaste con dos de tus dedos que entraron a la primera, sin dificultad, resbalando gracias a tu abundante flujo que lubricaba tu sexo por completo.

Comenzabas a respirar de forma agitada y decidiste ponerte cómoda. Con un hábil movimiento, levantaste tu culo al tiempo que tus manos bajaban tu tanga. Con las piernas terminaste de quitarlo y tu pie, saliendo por debajo de la sábana, se encargo de dejarlo caer al suelo.

Colocaste un cojín debajo de tu cintura. Querías tener el culo elevado, sentir que lo tenías en el aire y volviste hacia tu vagina. Acariciaste tu pubis que con tanto esmero habías depilado la noche anterior. Estaba limpio, sin pelos, como el de una niña pequeña. No solías depilarlo, pero él te lo había pedido y tú estabas dispuesto a todo con tal de cumplir sus deseos y fantasías, porque solo querías entregarte a él.

Comenzabas a buscar tu clítoris mientras tu cabeza daba vueltas. Dudabas si ir a su cuarto y hacer realidad tus sueños a pesar de tener en la habitación de al lado a tus padres. Sabías que lo que podría ocurrir sería horroroso si tus padres os descubrían, pero el deseo era demasiado. Olvidaste tu clítoris y decidiste penetrarte nuevamente, dos dedos estarían bien para empezar cuando…

Seguiremos excitando...